El médico examinó a Martina y ordenó una batería completa de estudios.
Salvador la acompañó en todo momento. Le explicaron que los resultados finales tardarían un par de días, y de todos modos recomendaron que se quedara hospitalizada. Fuera cual fuera el diagnóstico detallado, lo que venía sería tratamiento intrahospitalario.
Salvador corrió con los trámites y la instaló en una suite privada.
—Siéntate un segundo —dijo ella, alcanzándole unos pañuelos para secarle el sudor—. ¿Te cansaste?
Hacía frío y, aun así, él estaba sudando.
—No es cansancio —sonrió—. Es… nervios.
En ese punto, él sintió con una claridad dolorosa que el tiempo había empezado a contar hacia atrás.
Esa noche se quedaron en el hospital. La cama de la suite era amplia; como Martina aún no había comenzado tratamiento, se acomodaron juntos a escondidas.
—Salvador.
—Mm.
—¿Vas a quedarte así conmigo… siempre?
—Claro.
—¿Y si entra la enfermera de ronda? —susurró—. No está permitido que el paciente y el acompañante duerman