El rumbo de Martina para los próximos años seguía abierto.
Con el doctorado en la recta final, aún no decidía si se volcaría a la clínica o si apostaría por la academia. Tenía un proyecto en el Hospital Universitario de la UCM, pero su directora en la Universidad de Ciudad Muonio deseaba que se enfocara por completo en investigación.
Salvador, en cambio, prefería verla en el campus. No por capricho: desde su “mirada de esposo” se le encogía el corazón de pensarla en guardias nocturnas. A sus ojos, su esposa era demasiado delgadita para esas madrugadas interminables.
Esa mañana volvió sobre el tema:
—¿Ya pensaste qué quieres hacer?
Aunque él tenía su inclinación, respetaba la decisión de Martina.
—Todavía no —negó ella—. Cuando cierre el proyecto del hospital, lo hablamos.
Hoy solo paso por la UCM y regreso.
—De acuerdo —Salvador le rozó la mejilla—. No te saltes la comida.
—Lo sé.
***
Tras un día entero de reuniones, Salvador salió antes de la oficina, pero no condujo a Residencial Jac