Esto… Luciana se quedó perpleja. El enredo de tantos años la dejó sin palabras; no sabía cómo juzgar aquello sin equivocarse.
—Luci —suspiró Lucy—. Todo esto es feo de oír; siento ensuciarte los oídos. Pero Enzo y Carolina… lo único que puedo decir es que ambos son gente dura.
Egoístas, implacables, capaces de cualquier cosa con tal de lograr su objetivo.
—Así llevan enredados tantos años: él, dispuesto a responder sólo por su hija y empeñado en divorciarse; ella, aferrándose a la hija para no soltarlo jamás.
Luciana no lo entendía.
Después de escuchar tanto, lo que menos comprendía era a Carolina.
—¿Qué busca ella?
—Al principio, debió ser gusto de verdad —Lucy curvó apenas los labios—. No te dejes engañar por cómo ves a Enzo ahora; de joven era muy bueno para encantar chicas.
Eso sí que Luciana podía imaginarlo. Incluso ahora, para Martina, Enzo seguía siendo “el señor guapísimo”.
—Y luego —siguió Lucy— el cariño se pudre y se vuelve rencor. Además… su matrimonio no fue un asunto rom