Ella, como hija, nunca recibió ese “privilegio”.
—Sí, pero… —Lucy intentó explicarse con dificultad—. Tu papá hoy tiene pendientes, de verdad no está…
—¡Corta el cuento! —¿Cómo iba Cristina a creerle?—. ¿No lo llamas? Bien, ¡yo misma lo busco!
La empujó y entró con paso decidido.
—Hoy me llevo a mi papá a casa, cueste lo que cueste.
—Señora… —las empleadas se inquietaron—. ¿Qué hacemos?
Lucy frunció el ceño y negó con la cabeza.
—Déjenla. Que busque.
Como Cristina no le creía, solo quedaba que lo comprobara por sus propios ojos.
Tras revisar toda la casa, volvió, descolocada:
—¿Dónde está mi papá?
—Cristina —Lucy suspiró—. Te dije la verdad: no está.
—¡No te creo!
—¿No ya buscaste?
—Esta finca es enorme. ¿Cómo sé que no lo escondiste en algún rincón?
—Cristina —Lucy volvió a apretar el entrecejo—, ¿cómo iba a esconder a un hombre hecho y derecho? Y tú lo sabes: tu papá jamás se oculta de ti.
Era cierto. Aunque la relación entre Enzo y Carolina Romero era pésima, Cristina era su hija; é