Además, era un teléfono fijo. Dudó dos segundos; frunciendo el entrecejo, contestó.
—¿Bueno?
No se oyó lo del otro lado, pero a Salvador se le tensó la cara.
—…Sí. Entiendo. Voy ahora mismo.
—¿Qué pasó?
Parecía grave.
—Marti… —cayó en cuenta de que había aceptado sin consultarla. Aun si ella no quisiera, igual tendría que ir.
—¿No me digas que es… Estella?
Salvador no lo negó.
—Estella tuvo un problema. Está en la comisaría.
Martina se sorprendió: llegar a la policía no era poca cosa.
—¿La policía dijo qué hizo?
—Sí. —Asintió—. Golpeó a alguien… a una mujer.
Ahora tenía que ir a la comisaría y sacarla bajo fianza. Pero él y Martina tenían un acuerdo.
—Marti —pensó un segundo y le pidió—: ven conmigo, ¿sí?
Así podía ayudar a Estella sin inquietar a Martina: iba solo a ayudar, nada más.
Martina lo miró a los ojos.
—¿Y ella va a estar contenta con que yo vaya?
No hacía falta preguntar demasiado para imaginar por qué Estella pegó. Lo más probable: Renato otra vez con sus líos.
Salvador vac