—Marc, trae las hojas de té.
—Voy.
Marc se levantó por la lata, mientras don Carlos se quedó acompañando a Salvador. En la mesa había un juego de té; enjuagó la tetera y las tacitas y puso el agua a punto.
—¿Te acomoda el té?
—Sin problema —sonrió Salvador—. En casa los mayores toman té y café por igual.
—Mejor. —Salvador tenía la cabeza en otra parte—. Don Carlos, ¿puedo pasar al baño?
—Claro —indicó con la mano—. ¿Te llevo?
—No hace falta, gracias.
Se puso de pie.
Cocina.
A esas alturas, Martina ya había dejado todo listo. Sentada en un banquito, vigilaba la sopa.
Salvador entró en silencio.
—Martina.
Se acercó despacio; la voz le salió baja y la mirada se le pegó a ella con hambre contenida. No había pasado tanto tiempo —ni medio mes—, pero a él le pesaba como si hubiera sido más.
—¿…? —Martina se sobresaltó y miró por detrás de él.
No vio a su papá ni a Marc y respiró, aunque frunció el ceño—. ¿Qué haces aquí?
—Iba al baño y me equivoqué de puerta —mintió, muy serio.
—Tch. —No le c