Capítulo 1174
—Lárgate —le habló a Domingo—. Si no, no me culpes por ser grosero. Estás en silla de ruedas: ni siquiera tengo que mover un dedo para sacarte de aquí.

A sus espaldas, Domingo guardó silencio un rato.

—Está bien. Me voy.

Se fue por fin…

Alejandro cerró los ojos con fuerza. Apoyó la mano en la lápida, tan tenso que parecía que podía romperse los dedos.

—Mamá. Perdón.

Ese perdón era por la rabia que alguna vez le tuvo… por culparla de haberlo dejado cuando era un niño, por pensar que eligió irse de este mundo.

Hoy lo entendía. Con la vida que ella cargó, era normal que se le apagara el deseo de vivir. Familia y pareja: todos la lastimaron, la ensuciaron. Respirar debió ser asfixia.

Él, que era su hijo, a duras penas lo aceptaba; ¿cómo iba a soportarlo ella?

Se quebró.

Sí, lo dejó… pero antes de ser madre era ella misma. Vivir sin dignidad ya no era vivir.

—Mamá… mamita —se sostuvo de la tumba, con la voz hecha nudo y los ojos húmedos.

Al atardecer, lloviznaba en Ciudad Muonio. Alejandr
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