El fin de semana, Luciana dejó a Alba bien instalada y se alistó para salir.
—Mamá.
—¿Cuándo regresas? Hoy me toca dormir contigo, ¿sí?
Desde muy temprano, Luciana había acostumbrado a su hija a dormir sola. Pero las niñas siempre se apegan; al final, ella no aguantaba el corazón y le prometía acompañarla los fines de semana.
—No me olvido —le dijo, acariciándole el cabello—. Cuando regrese, vengo directo contigo. En cuanto abras los ojitos, aquí voy a estar.
—Va.
Con esa respuesta, Alba la dejó salir sin hacer drama.
—Mamá, te espero.
—De acuerdo.
A Luciana se le hizo un nudo en la garganta. Notaba clarito que, en esos días, la niña andaba más pegada a ella; sin ese “señor” que le caía tan bien, sólo le quedaba mamá. Ya ni insistía como al principio en verlo. La chaparrita, aunque chiquita, alcanzaba a intuir que a su mamá no le gusta… ¿Cómo no le iba a doler a una madre? ¿Cómo no sentirse culpable?
***
Luciana manejaba rumbo a Lago Escondido; al llegar mostró la invitación y enseguid