Capítulo 1162
Lo que había que decir, ya estaba dicho.

Luciana se dio media vuelta y encaminó sus pasos hacia el interior de la villa.

—¡Luci! —Enzo, desesperado, le sujetó el brazo.

Ella frunció el ceño y lo miró, fría—. ¿Algo más?

—Yo… —balbuceó él, visiblemente desgarrado—. Perdóname. Te he fallado.

Luciana soltó una risa gélida.

—¿Así que lo reconoces?

Enzo guardó silencio; el mutismo bastaba como confesión.

—¡Es absurdo! —los ojos de ella se empañaron de furia—. Entraste en mi vida sin avisar y por tu culpa mi padre terminó muerto.

Todavía, cada vez que recordaba a Ricardo Herrera empujándola para salvarla y desplomándose con la cabeza ensangrentada, el dolor la desgarraba.

—Lo siento, Luciana. —Enzo repitió la misma frase, una y otra vez, como único salvavidas.

—De nada sirve. —Inspiró hondo y obligó a las lágrimas a retroceder—. Papá ya no está; cualquier disculpa llega tarde.

Sabía que no debía, pero no pudo callarse:

—Dígame, señor Hernández, ¿ama tanto a su amante?

Él se quedó petrificado
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