—Claro. —Alejandro le revolvió el cabello—. Yo siempre cumplo mi palabra, Alba; tú serás por siempre mi niña adorada.
Al oírlos, a Luciana se le apretó el pecho; bajó la cabeza para ocultar el brillo húmedo de sus ojos.
Él la miró. —Entren.
No parecía haber nada más que decir.
—Ajá —asintió Luciana, forzando una sonrisa—. Cuídate… en el camino.
Alejandro se quedó donde estaba y le hizo un gesto con la mano. —Tú y Alba pasen primero; me iré en un rato.
—…De acuerdo.
Luciana no se atrevió a mirarlo otra vez ni a decirle nada más; abrazó a Alba y caminó hacia la casa.
—¡Papá! —Alba agitó la mano hacia él—. ¡No te olvides de mí, eh! ¡Ven a verme, por fa!
—Lo prometo —respondió Alejandro con una sonrisa; los párpados le ardían.
Sonriendo entre lágrimas, se quedó quieto, mirando cómo la mujer y la niña se alejaban poco a poco hasta desaparecer.
Siguió allí, sin mover un músculo.
Así, Luciana se fue de su vida…
Todo había pasado tan rápido que parecía un sueño. Ayer mismo se abrazaban, se dec