Capítulo 1143
El destinatario de aquellas disculpas y agradecimientos, el señor Guzmán, pasó la noche encerrado en el despacho.

Sacó de un cajón los cigarrillos que llevaba meses sin tocar y descorchó una botella.

No podía hacer otra cosa.

Había logrado aparentar calma mientras veía marcharse a Luciana y a Alba, pero, a solas, ya no era capaz de engañarse.

Su partida le había abierto un boquete en el pecho.

Dolía y, al mismo tiempo, lo dejaba vacío.

Necesitaba la anestesia de la nicotina y el alcohol para sentirse un poco mejor.

Aunque fuera apenas un poco…

Patricia, inquieta, subió de puntillas a echarle un vistazo.

A través de la rendija de la puerta vio la escena: humo denso, botellas vacías rodando por el suelo. Quiso entrar a convencerlo, pero supo que sería inútil.

—Ay… —suspiró resignada tras la puerta—. Mejor dejar que se desahogue.

Ni siquiera nosotras, las empleadas, asimilamos todavía que Luciana y la niña se hayan ido tan de repente.

***

Patricia casi no pegó ojo en toda la noche. Muy te
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