Capítulo 1099
El golpe de “canto de mano” que Juan le dio a Alejandro no fue fuerte; apenas lo hizo perder el sentido un instante.

En cuanto abrió los ojos vio a Alba sentada junto a la cama, los ojos hinchados de tanto llorar.

—Alba…

Se incorporó de golpe y la estrechó con fuerza.

—Papá —balbuceó la niña entre sollozos—, ¿a mamá le pasó algo?

No entendía el caos, solo que los adultos estaban asustados. Papá había vuelto cargado; mamá, en cambio, no aparecía.

A Alejandro se le estrujó el pecho. Negó al instante:

—No, mi amor, mamá está bien. No le pasó nada, ¿ok?

Era un consuelo para ella… y para sí mismo.

—Pero… —parpadeó—. Si está bien, ¿dónde está mamá?

¿Cómo contestar a eso? Tragó el nudo que le bloqueaba la garganta y se obligó a sonreír.

—¿Confías en mí?

—Sí —asintió, con lágrimas colgando.

—Entonces escucha: te prometo que voy a traer a mamá de regreso.

La niña respiró un poco mejor, pero insistió:

—¿Cuándo? ¿En cuánto tiempo vuelve?

—Muy pronto. Come bien, duerme bien y verás que al amanecer
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