Capítulo 1086
La señora se quedó rígida al oírla.

—Ya… veo.

Se apartó un mechón de cabello, incómoda.

—Gracias. Yo… me marcho.

Dicho esto, se apresuró a caminar.

—Eh… —Luciana quiso preguntar si las piernas seguían entumidas; a juzgar por su paso inseguro, aún lo estaban. ¿Por qué tanta prisa? ¿Habría dicho algo indebido? No lo creía.

***

A la entrada principal.

Enzo bajó del automóvil y se acercó a la dama de bolso Hermès, intentando tomarle la mano.

Ella se apartó, rehusando el contacto.

Enzo frunció el ceño; tras un silencio resignado, preguntó:

—¿Cuándo llegaste? ¿Has comido algo?

La mujer no respondió.

—Vamos.

Esta vez no aceptó negativas: le sujetó la muñeca y la condujo hacia el coche.

—¡Enzo! —Ella forcejeó—. ¡Suéltame! ¡No quiero ir contigo!

—¿No quieres venir?

Él se detuvo sin soltarla y suspiró, entre frustrado y preocupado:

—Escúchame; no has probado bocado en todo el día. ¿Quieres enfermarte?

Ella siguió callada; las gafas oscuras ocultaban cualquier gesto.

—Ay… —Enzo conocía bien su pu
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