—Cuéntame más. ¿Alguien te sigue? ¿Qué clase de persona?
Luciana cerró los ojos un instante, tratando de precisar.
—Creo… que es una mujer.
—¿Una mujer? —Simón frunció el ceño; no esperaba esa respuesta.
—Sí —Asintió—: Porque lo sentí incluso cuando fui al baño y al vestidor.
Quien la acompañara a esos lugares, si no era mujer, sería un depravado.
—Sube —dijo Simón, aún sosteniendo la puerta—. Ya que la detectaste, averigüemos qué clase de monstruo es.
—Bien.
Sin embargo, al avanzar con el coche…
Simón no notó nada extraño. ¿Se habrían atrofiado sus reflejos? Al final preguntó:
—¿Y ahora? ¿La notas?
Luciana negó. —En este momento ya no siento nada.
—Entiendo.
Simón pisó el acelerador y condujo atento todo el trayecto.
En cuanto llegaron al hospital, le contó la situación a Alejandro.
—Alejandro, ¿qué hacemos?
Viendo la gravedad en sus rostros, Luciana comprendió que no era algo menor.
—¿Está pasando algo? ¿Quién es esa persona que me sigue?
—Luciana…
Alejandro vaciló: ya que ella lo ha