Mientras hablaba, ya se había puesto de pie.
—¡No! —Alejandro la tomó de la mano—. No queremos ocultarte nada; solo temíamos preocuparte.
¿A qué se refería? Luciana se puso en guardia.
—¿Quieres decir que el accidente de anoche no fue fortuito? ¿Alguien intentó hacerte daño?
—Luciana, tranquila —intervino Sergio—. Sí lo temimos al principio, pero según la investigación del señor Morán, fue un simple accidente.
—Menos mal.
Luciana soltó un gran suspiro.
Un accidente nunca es bueno, pero es mejor que vivir con un enemigo al acecho; contra eso no hay defensa y uno acabaría en un miedo constante.
—Alejandro, Luciana, yo me retiro —dijo Sergio, y no volvió a molestarlos.
Luciana, al saber que todo fue un simple accidente, lanzó a Alejandro una mirada cargada de significado.
Él se inquietó. —¿Qué pasa?
—Señor Guzmán —entrecerró los ojos con sorna—, tu habilidad al volante deja mucho que desear; siempre terminas en choques. Mejor conduce menos, ¿sí?
Alejandro se quedó sin palabras; al fin ell