Al verla así, Mateo frunció el ceño:
—¿No fuiste acaso al hospital para un chequeo?
—Sí, estoy tomando la medicina que me dieron.
Lucía sintió un escalofrío en la espalda y la garganta tensa.
No se atrevía a mirar a los ojos negros de Mateo, temiendo que su aguda percepción pudiera descubrir algo.
—Ya han pasado uno o dos días desde que dijiste que irías —dijo Mateo con expresión seria—. Trae la medicina que te recetaron para preguntarle a Daniel. Si no es efectiva, le pediré que te envíe algo mejor.
La medicina que le habían recetado eran solo calcio y ácido fólico, que ella había reemplazado.
Si se los mostraba a Daniel, siendo médico, ¡descubriría el problema de inmediato!
—Como dijiste, apenas han pasado uno o dos días —respondió Lucía cambiando de tema—. No pueden hacer efecto tan rápido, y además, ¿no me diste una caja de medicamentos para el estómago la última vez?
Mateo lo recordó.
Viendo que Mateo no decía nada, Lucía rápidamente colocó el café en su escritorio:
—Esta vez no l