Ana resopló con desdén:
—Si ella vuelve a venir, definitivamente esta vez no la dejaré irse tan fácilmente. La bondad se presta al abuso, nosotros no hemos hecho nada malo, ¿por qué deberíamos temerle?
A Lucía se le humedecieron los ojos.
Sus padres actuaban así, después de todo, por ella.
Lucía le respondió con voz ronca:
—No quiero que ustedes tengan problemas con nadie. Lo de Carolina lo resolveré yo misma.
Carolina ya la detestaba desde antes.
Ahora que Mateo se negaba a divorciarse, quizás Carolina podría convertirse en un punto de avance.
Preparó una comida para sus padres antes de marcharse.
Inesperadamente, cuando estaba a punto de tomar un taxi en la entrada del vecindario, vio un lujoso auto negro estacionado al otro lado de la calle. La ventanilla descendió, revelando claramente el apuesto rostro de Mateo.
Tenía un brazo apoyado en la ventana, con un cigarro a medio consumir entre sus largos dedos.
Lucía dudó un momento, pero finalmente se acercó.
El movimiento de abrir la p