Después de todo, si él podía poner diez millones en su tarjeta, ¿cómo iba a preocuparse por quinientos mil dólares?
Lucía bajó la mirada, con el corazón encogido. Él era bueno, realmente bueno. Pero cada acto de bondad era como un disparo a su corazón, haciéndole difícil dejarlo ir mientras sufría en silencio.
Diego sonrió ampliamente y de inmediato recitó su número de cuenta bancaria.
Mateo sacó su celular y realizó una llamada:
—¡Transfieran quinientos mil dólares a esta cuenta inmediatamente!
La mujer escondida entró en pánico al ver esto. No podía permitirlo; necesitaba que Lucía desapareciera completamente.
Un sonido de notificación.
El teléfono de Diego recibió un mensaje. Al abrirlo, vio que era una alerta del banco. Miró su cuenta y contó los ceros.
¡Quinientos mil dólares!
¡Realmente eran quinientos mil dólares!
Nunca en su vida había visto tanto dinero.
Emocionado y feliz, Diego guardó su teléfono:
—¿Cómo puedo estar seguro de que me dejarás ir después de soltar a Lucía?
—Hay