El vehículo de Diego se prendió candela repentinamente. El fuego se extendió por todo el cielo mientras el auto estallaba en un instante.
Lucía permaneció inmóvil, su rostro pálido iluminado por las llamas, con las pupilas dilatadas.
¿Cómo pudo suceder semejante calamidad?
¿Cómo pudo el auto prenderse en llamas?
Aunque no era cercana a su tío, seguía siendo su tío de sangre.
¡ Por supuesto que estaría muerta del miedo!
La mente de Lucía se quedó en blanco, mientras las lágrimas brotaban silenciosamente.
Permaneció quieta por un buen rato, como un zombi, y luego instintivamente comenzó a caminar hacia el lugar de la explosión.
— ¡Lucía! —exclamó Mateo, quien tampoco había asimilado lo que acababa de presenciar.
Al notar el movimiento de Lucía y preocupado por su seguridad, la sujetó firmemente de la muñeca y la atrajo hacia él.
Con mirada grave, le dijo severamente:
— Es peligroso allá, ¡no te acerques!
— Javier, ¡que alguien apague el fuego primero!
Con los ojos enrojecidos, Lucía inte