Javier no tuvo más remedio que colgar, pero apenas lo hizo, el celular volvió a sonar.
—Señor Rodríguez, parece que realmente podría ser algo importante —comentó Javier.
Mateo estaba leyendo el periódico cuando levantó la mirada al oír nuevamente el teléfono. Era otra llamada de Mariana. Normalmente, ella no lo llamaría directamente, así que si lo hacía, seguramente tendría que ver con Lucía.
Cerró el periódico de golpe y ordenó:
—Dámelo.
Javier le entregó el teléfono, y apenas contestó, Mariana exclamó angustiada:
—¡Mateo! ¿Qué significa que no contestes el teléfono? ¿Ya no te importa si Lucía vive o muere?
Al escuchar su tono desesperado, Mateo apretó los labios y preguntó:
—¿Qué es lo que sucede?
—¡No puedo comunicarme con Lucía! —explicó Mariana—. Acordamos vernos hace una hora, pero no apareció. La llamo y no contesta. Ella siempre es puntual, nunca desaparece sin motivo. ¡Creo que le ha pasado algo!
El corazón de Mateo se tensó. Todo su resentimiento se desvaneció en ese instante