Mateo tomó rápidamente el celular y observó el rastro del secuestrador en las grabaciones.
El sujeto, aparentemente sin saber que lo estaban filmando, había intentado evadir las cámaras. En un punto ciego, se cambió de ropa antes de salir.
Les había tomado tiempo rastrearlo, pero finalmente lo habían conseguido.
—¡Salgamos de inmediato! —ordenó Mateo.
Subieron al auto y siguieron el rastro en busca de Lucía.
*
Lucía se sentía exhausta, sin fuerzas. Aunque estaba descansando, parecía atrapada en un letargo del que no podía despertar.
En su estado semiconsciente, escuchó una voz:
—¿Qué hacemos ahora?
—Ya la hemos secuestrado, ¡obviamente tenemos que deshacernos de ella! —respondió una voz femenina.
—¿Deshacernos? ¿Quieres que cargue con un asesinato? ¡Es mi sobrina! No, yo solo quiero el dinero —Diego dudaba; nunca había pretendido matarla—. Llamemos a Mateo. Si quiere recuperar a su esposa, tendrá que pagar.
—¡No lo hagas! ¿Enloqueciste? —al ver que Diego tomaba su celular, la mujer lo