—¡Por supuesto que quiero lo mejor para mi hijo! —respondió Carolina con desprecio—. ¿Qué beneficio ha obtenido casándose con tu hija? Solo arreglar sus desastres. ¡Su familia solo sabe causarle problemas a Mateo!
Luego mostro una sonrisa burlona, sin prolongar demasiado sus palabras: —Ahora fingen amor entre madre e hija, ¡pero bien contentos que estaban cuando vendieron a su hija!
—¡Basta! —interrumpió Lucía con frialdad.
Sabía que ese millón era la excusa de Carolina para despreciarla. Aunque sin él, Carolina tampoco la habría aceptado al entrar en los Rodríguez.
Era cierto que había aceptado por el millón que acordó con el abuelo.
En ese entonces también quería a Mateo, el abuelo lo había notado y por eso arregló el matrimonio.
Si hubiera sido otro, no se habría casado.
En estos últimos años, su matrimonio con Mateo no había sido para nada fácil.
Pero el valor que ella había aportado a Mateo superaba con creces ese millón.
No tenía por qué soportar los insultos de Carolina: —Puede