—¡Cof, cof! —Martina, que justo estaba tomando agua, se ahogó por completo—. ¡Cof, cof…!
—¿Estás bien? —Luciana se inclinó a darle palmaditas en la espalda—. Toma con calma. ¿No se te habrá ido por el otro lado?
Como estudiante de medicina, sabía lo peligroso que era si de verdad el líquido se iba a los pulmones.
—No, ya estoy… —Martina hizo un ademán con la mano, el rostro encendido—. Es solo que… es inesperado que saques el tema de Salvador. ¡Ese hombre es un verdadero caso especial!
…
Para que Luciana no se cansara, decidieron no extender mucho la caminata. Alrededor de las tres de la tarde, regresaron al apartamento de ella y todavía tenían tiempo para una siesta.
Mientras se cambiaba de ropa, Luciana recibió la llamada de Alejandro.
—¿Ya estás en casa?
Él sabía que había salido y calculaba que a esa hora estaría de vuelta.
—Sí, ya llegué y planeo descansar un rato. ¿Tú qué haces? ¿Por qué llamas a esta hora?
Para ella era media tarde, pero en Estados Unidos seguramente era de madr