CAPÍTULO 16

Los pasos se escuchaban suaves y constantes alrededor de la celda, como si el prisionero se hubiera hecho una rutina de ejercicio. Más fuertes y sonoros se escucharon las botas de tacón alto de la reina Erea, mientras pisaba el enlosado del oscuro edificio.

—Felicidades –dijo abriendo la puerta de la celda y dando dos pasos atrás—. No pensé que lo conseguirías en el primer intento, pero es indudable que el vínculo entre dos mates ha sido bendecido por la Diosa. Solo espero que ese mismo vínculo no te lleve a cometer ninguna estupidez —le advirtió.

El capitán Dugan salió de la celda con una sonrisa traviesa.

—¿Entonces es oficial? ¿Mi trabajo está hecho? —preguntó.

—Perfectamente hecho —replicó la reina—. A estas alturas estoy bastante segura de que ya sabes por qué te encerré aqu&iacut

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