Había pasado una semana desde que llegué a Nápoles. El señor Luigi era muy bueno conmigo; de hecho, me dio trabajo para ayudarlo en los quehaceres de la casa, y hoy, tenía mi primer pago. Estaba tan feliz.
— Esto es por tu trabajo, y esto es para ti — me dijo.
Tomé el dinero. Él era tan considerado conmigo, justo como un abuelito. De hecho, me había encariñado con él.
— No es necesario que me dé dinero de más. Con lo que me está pagando es más que suficiente — le dije.
Él negó con la cabeza y me agarró de las manos.
— Es para que le compres cosas al bebé. Necesitas muchas cosas, cariño, y si quiero regalarte dinero de más, solo tómalo. A mí me hace feliz — me dijo.
Sonreí. Él era tan bueno. Tuve tanta suerte de terminar aquí.
— Gracias. Usted ha sido muy bueno conmigo — le dije.
Él me soltó, y yo guardé el dinero.
— Me hubiera encantado tener una hija como tú — me dijo con una sonrisa.
Lo abracé con fuerza y después me aparté.
— Yo saldré un rato. ¿Usted va a necesitar algo