A la mañana siguiente me desperté por el ruido de los coches pasando. Milo estaba acostado sobre mi vientre, como un guardián del bebé.
— ¡Me estás asfixiando, Milo! — me quejé. Lo quité y me senté en la cama, me estiré y sonreí. Al menos aún estaba aquí y no en un auto rumbo a la casa de Fabien. Bajé de la cama y me acerqué a la cocina, allí estaba el señor Luigi haciendo el desayuno.
— Buenos días, Carolina — me dijo con una sonrisa.
— Buenos días — le saludé.
— Hoy te ves más radiante — me dijo aún con su cálida sonrisa.
— Gracias, me siento realmente bien. No había descansado tan bien en meses — le conté.
Él me pasó un vaso con zumo.
— ¿Qué piensas sobre trabajar conmigo? — me preguntó.
Yo me mordí el labio inferior y asentí. Necesitaba mucho dinero para comprarle cosas al bebé y para ahorrar por si en algún momento tengo que volver a huir.
DOS MESES DESPUÉS
Mi vientre empezó a crecer como loco. Tenía un lindo bulto. Yo había recuperado mi peso y había subido un par más.