El silencio en el salón se volvió denso, casi palpable. Cassandra sentía el pulso de Sebastián a través de sus dedos, que seguían apretando su muñeca con firmeza. La mirada que le dirigía era indescifrable, una mezcla de furia contenida y algo más profundo que no lograba identificar.
—Sebastián, suéltala —repitió Ivan con voz más firme, sin soltar su agarre sobre el brazo de Blackwood.
Cassandra observó cómo la mandíbula de Sebastián se tensaba. Con un movimiento brusco, soltó su muñeca y sacó el teléfono del bolsillo interior de su chaqueta. Sus dedos se movieron con rapidez sobre la pantalla antes de mostrarle el mensaje.
"Necesitamos hablar. Ahora."
La frialdad de aquellas palabras digitales contrastaba con la intensidad de su mirada. Cassandra se frotó la muñeca, donde comenzaba a formarse una marca rojiza.
—No tengo nada que hablar contigo —respondió ella, intentando que su voz sonara firme a pesar del temblor que sentía por dentro—. Estoy ocupada con Ivan.
Sebastián entrec