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La mañana llegó con silencio que dolía más que gritos.

Sebastián había dormido en su oficina. O más bien, no había dormido. Solo se había sentado en su silla toda la noche, mirando las palabras que escribió y no podía borrar.

"Pero tú sí lo eres."

Cassandra tampoco durmió. Se quedó acostada junto a Isabella, contando las respiraciones de su hija, tratando de no pensar en cómo su matrimonio se había desintegrado en una conversación.

Cuando Sebastián salió de su oficina a las seis de la mañana, Cassandra estaba en la cocina. Preparando biberón con movimientos mecánicos.

Se miraron.

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