Glenda reconoció el camino rápidamente. La incomodidad en el ambiente era palpable, pero ninguno rompió el silencio. Al llegar, Adams se bajó del vehículo y camino hacia la casa, pensando que ella lo seguía. Pero luego de dar unos pasos hacia la entrada, Adams se dio cuenta de que no era así.
Se giró y la encontró aún sentada en el auto, inmóvil, mirándolo con una mezcla de desafío y aparente tranquilidad. No pudo evitar sonreír de lado, aunque su humor seguía pésimo. "Ella no pierde su esencia, ni siquiera cuando siente que la van a matar", pensó con ironía.
Regresó al coche y abrió la puerta del lado del pasajero. Glenda salió con la cabeza en alto, ignorándolo completamente mientras caminaba hacia la entrada. Adams la observó por un instante, cuando ella pasó frente a él, un destello de deseo cruzó por su mirada, antes de seguirla.
Él abrió la puerta con seriedad, invitándola a entrar sin pronunciar palabra. Glenda dudó por un momento, consciente de que estaba entrando a la guarida