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Capítulo 5: Tengo lo que deseo.

NARRA ELÍAS MONTERO.

Soy Elías Montero. Empresario en el sector hotelero, un empresario prestigioso y patrocinador de buenas causas ante los medios, aunque mi verdadero negocio sea vendedor de armas para quienes realmente dirigen el mundo. Provengo de una de las familias más influyentes de España, y si hoy llevo su apellido con orgullo, es porque lo he conseguido con esfuerzo y sangre. No nací siendo el líder de mi familia, me convertí en él superando a quienes se interpusieron en mi camino.

La batalla por el dominio no es un asunto sencillo. Es un terreno peligroso donde solo sobreviven aquellos que no dudan en actuar y se hacen respetar.

Estoy de viaje por América, comenzando por ciudad de México, para ser exactos. Mis proveedores más confiables residen aquí. Apenas baje del avión paso entre reuniones interminables, amenazas veladas y un par de tontos que intentaron llevarse lo que es mío, terminé el día con una ira difícil de ocultar. Ya había hecho callar a dos, y al tercero… bueno, aprenderán a no volver a meterse con lo mío la próxima vez.

Estaba por irme al gimnasio a descargar mi rabia cuando un mensaje capto mi atención, me llegó una invitación para un club exclusivo, me sentí indeciso. Estas invitaciones suelen ser solo apariencia. Pero había algo en mí que necesitaba liberar la tensión. ¿Y qué mejor manera que disfrutar de una buena noche de sexo para despejarme de las tensiones de las negociaciones?

No lo pensé tanto y me cambie para salir, estoy en una ciudad donde tengo aliados, pero también enemigos así que tome medias antes de salir, mis hombres prepararon dos autos blindados, nunca esta demás ser cauteloso. Llegué al club después de la medianoche, desde el exterior no parecía muy interesante, parecía más un antro que un club, pero ya estaba aquí, no me regresaría sin tener lo que vine a buscar, aunque tenía expectativas más altas por su reputación y la promoción que le hacían al lugar. Pero no vine a juzgar la edificación, solo a tener una buena ronda de sexo y tragos.

Al entrar pedí una cabina privada con vista a la pista de baile, para escoger mi compañía de esta noche quería ver que calidad de mujeres tienen. Me instalé, pedí un whisky doble y encendí un habano. El humo ascendía lentamente, al igual que mi paciencia. No pasó mucho tiempo antes de que las luces se apagaran y el presentador anunciara a una nueva bailarina. Pronunció su nombre con un tono dramático:

—¡Con ustedes…Carola, nuestra musa de la noche!

Y en ese momento la vi.

Vaya por Dios… que mujer.

Piernas largas y tonificadas, como si fueran talladas a mano. Un trasero perfecto, con cada detalle en su lugar. Y esos senos… firmes y desafiantes, llamando al pecado. Solo al mirarla, sentí que cada fibra de mi ser se tensaba, mi hombría despertó al punto que dolía, es la primera vez que una mujer me prende de tal forma, y es que nunca antes había visto a una mujer tan sexi sobre un tubo y eso que he estado en muchos clubs.

Se movía con una gracia salvaje. Se deslizaba por el tubo como si retara la gravedad. Cada movimiento, cada giro, era un desafío. La música la seguía, no al revés. Era un show hecho para seducir y dominar. Y vaya que lo hacía. No aplaudí al finalizar.  No podía. Estaba demasiado absorto en admirarla, asimilándola, imaginando cómo sería tenerla en mi cama gimiendo mi nombre. Esa mujer no podía irse con cualquiera, tenía que ser mía.

Hice una señal al camarero.

—Quiero a la bailarina en una habitación privada. Esta noche.

El joven tragó saliva.

—Lo siento, señor, pero este es su debut y hay muchas solicitudes por ella. Mi jefe aún no ha decidido quién pasará la noche con Carola.

—Dile a tu jefe que quiero verlo. Ahora.

—De inmediato, señor.

No pasó mucho tiempo. Un hombre de estatura baja, vestido con un traje económico y una sonrisa maliciosa, entró en mi cabina. Sus ojos relucían como los de un perro que detecta dinero, todos tienen un precio y este hombre será muy fácil de comprar.

—Me informaron que deseaba hablar conmigo, señor Mercado —comentó con una falsa amabilidad.

—Así es. Sé que tú eres el responsable de las chicas aquí. Quiero a la bailarina que se acaba de presentar. Carola.

Su sonrisa se endureció un poco.

—Lo lamento. El jefe de los italianos ya la solicitó. Hizo una oferta muy generosa, sabe cómo se maneja este negocio el que paga más se lleva a la mujer.

Golpeé mi vaso contra la mesa con fuerza.

—Te ofreceré el doble. Y si él mejora la propuesta, tú la duplicas. Pero esa mujer estará conmigo esta noche, entendiste. Dije más como una advertencia.

Se produjo un breve silencio. Luego asintió, casi sin ocultar su emoción.

—De acuerdo. Vendrán a buscarlo una vez que Carola esté lista.

Lo observé salir como si acabara de pactar con el diablo. Seguramente creía que había hecho un excelente trato.

Yo no pensaba en eso. Pensaba en ella. En su figura. En su mirada desde detrás de la máscara. En la manera en que parecía controlar el ambiente sin pronunciar palabra. Esa mujer era especial. Y estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero. Y esta noche… la quiero a ella.

Y la tendré, cueste lo que cueste.

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