Capítulo 27: Ecos del pasado.
En una oficina que se hallaba completamente oscura, solo una lámpara de escritorio iluminaba con un brillo dorado la mesa de caoba, donde había un expediente voluminoso, dejado abierto desordenadamente. El ambiente estaba impregnado del aroma de tabaco caro y whisky añejo. Detrás del escritorio, un hombre con un rostro afilado y una expresión imperturbable movía el líquido ámbar de su vaso, sus ojos fijos en el informe. El silencio era denso, solo interrumpido por el sonido del hielo al chocar contra el cristal.
Ante él, un temeroso subordinado aguardaba quieto. El sudor le caía por la nuca, empapando su camisa. Había comprendido que ese silencio era más aterrador que cualquier grito. Su jefe se había vuelto volátil y amenazante últimamente. En una semana, cuatro hombres habían sido eliminados. Todos por pequeñas equivocaciones. No deseaba ser el siguiente.
—¿Esta información está verificada? —preguntó el hombre, con una voz suave, contenida, pero mortal.
—S-sí, señor. Tras el ataque