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Un colegio poco empático

Emma

Llegué al colegio más tarde de lo que pretendía. Estacioné un poco más allá de la puerta y volví por la acera, los pisos grises se extienden apenas paso la entrada principal.

Una fila de lockers color mostaza, marca el camino a lo que sé será una complicada reunión. Tomo aire y me concentro en mis zapatos golpeando el suelo.

La puerta de madera con vidrio deja ver dentro de un aula llena de alumnos, el aula de mi hijo, esa que ahora tiene a su profesora, la agredida.

No me detengo, simplemente sigo mi camino al único lugar donde me he dirigido los últimos años, la dirección. Mi hermoso hijo me espera sentado en una de las sillas completamente ajeno a la mirada de reprobación de la directora.

Se encuentra fuera, esperando junto a la puerta donde tendré que entrar, concentrado en su mundo, anulando a todos y con libro nuevo en sus manos.

Lo observo por unos minutos.

Oliver sostiene un manual de matemáticas avanzada. Su cabello castaño claro está revuelto dándole un aire rebelde, igual que como lo llevaba Nicolás en la universidad.

Sus ojos verdes bajo una larga hilera de pestañas espesas repasando cada línea, su nariz perfilada se mueve y arruga mientras piensa.

Es bellísimo y es mío.

Mi hijo es todo un modelo para ser que solo tiene diez años, siempre le han dicho cosas por su belleza y él se molesta en cada oportunidad. Se parece mucho a su padre, lo sabe y no le agrada, nunca le gustó parecerse a él, aunque acomoda su cabello parecido, pero siendo honesta, no era igual a Nicolás.

Por suerte solo se parecían en el físico, porque en lo intelectual y calidad humana, mi hijo simplemente superaba a cualquier persona en esta sala.

Mi mirada sigue y se encuentra con su directora. Tomo aire profundo, la mujer no disimula su cara de pocos amigos, como de costumbre. Desde que la conozco nos mira igual.

Su cabello va recogido en uno de esos peinados anticuados, un moño en la nuca, completamente apretado, que no va con esta época, al menos no, con aquella traba marrón.

Tal vez se peinaba así para estirar su rostro de bruja.

Maldición, la estaba juzgando, pero no lograba llevarme bien con ella, la mujer siempre tenía algo para decir de Oliver y nunca era algo bueno.

Sus ojos repasaron mi cuerpo y los míos se quedaron en su ropa. Llevaba su falda de tubo verde musgo, con una blusa perlada y collar de colores.

— Señorita Wood —arqueo una ceja —, creí que no volverían a suceder estas cosas —no me va a saludar.

Oliver deja de leer y me observa.

— Es lo que dijo la última vez —carraspea —. Hace solo diez días.

Sabía cuánto había pasado, aunque en esa oportunidad Oliver decidió explotar el laboratorio. Bueno, no lo explotó literal, él simplemente puso químicos e hizo espuma rosa que llenó el lugar.

Tuve que pagar el servicio de limpieza.

— Hola, buen día señora —aquellas palabras salen de mi boca con saña —. Lo lamento mucho, como ya le dije, estoy tratando de conseguirle lugar en un colegio que sea bueno y adecuado para él —le hago señas a Oliver para que se levante.

Pensaba hablar delante de mi hijo y yo no se lo iba a permitir, esto no era algo que tuviera que escuchar.

— Este es un buen colegio —se encuentra llena de furia y desprecio, pero no lo lleva a su voz —. La institución no tiene la culpa de que su hijo sea un ra… —arqueo una ceja y se calla.

— Jamás dije que la institución no fuese buena —me cruzo de brazos dándole mi mejor cara de te voy a matar perra —, pero no están capacitados para llevar la educación de Oliver.

— No creo que nadie lo esté —está… —, el problema no es la institución, es su hijo.

— ¿Disculpe? —me acerqué —. Mi hijo no es el problema, se aburre, no es su culpa, él no puede ir al mismo ritmo que los chicos, el médico fue muy claro con respecto a su inteligencia y usted se niega a adelantarlo de curso.

Lo único que veo es rojo, la visión se me agudizó, mis sentidos se alertaron mientras me acercaba más a ella, nunca permito que hablen así de mi hijo.

No me importa quién sea, ella no es nadie para decir eso de Oliver.

— Está en el curso que le corresponde de acuerdo con su edad —eleva su voz. Bien, parece que lo haremos así —. No se puede tener favoritismo.

A la mujer le faltaba vocación e inteligencia, porque no se trataba de eso, estaba permitido que él adelantase cursos, solo que ella no lo dejaba y no conseguía otra escuela por su conducta.

— Tiene un coeficiente de ciento ochenta, por todos los santos —elevo mis manos, porque ahora grito —. Mire, lo va a tener que soportar hasta que consiga un colegio donde lo motiven, porque es claro que aquí no va a suceder.

— Su hijo necesita una educación especial —mis dientes rechinan.

Respira Emma, solo respira.

— No, necesita maestros que trabajen, ¿Su personal hace eso? —me hago la que pienso —. Creo que no, dudo que usted lo haga — Oliver tira de mi mano.

No le gustaba el conflicto, lo sabía, pero no iba a permitir que lo hiciera, no dejaría que lo tratara de esa manera.

— No se lo voy a permitir —levanta la mano.

— Yo no se lo voy a permitir —me acerco —. A mi hijo lo trata con respeto, ahora si me disculpa —miré a Oliver —, tengo que volver a trabajar.

— No, tenemos que hablar de lo ocurrido —me giro mientras habla.

Sé que dijo que debo firmar algo, pero que le den. Si vuelvo ahí terminaremos en una guerra y no puede suceder algo así, terminaré presa, él sin colegio y tiene que seguir sus estudios, y en lo posible con madre.

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