Sophia recorría las animadas calles de la ciudad en su scooter, con una pila de sus borradores cuidadosamente atada a una bolsa en la parte trasera. Aquel día, había decidido dar un paso importante: postularse para un puesto en el departamento de diseño de la prestigiosa empresa Reeder Corp. Los años pasados en Milán habían agudizado su talento, y aunque estaba nerviosa, sabía que ese trabajo podría marcar un giro en su vida y en la de sus hijos.El sol brillaba alto en el cielo, cegador en ocasiones, y el bullicio del tráfico hacía que conducir fuera más complicado de lo habitual. Absorbida en sus pensamientos, Sophia no escuchó el sonido de un coche que se aproximaba en una intersección. En un abrir y cerrar de ojos, todo se trastornó.El scooter golpeó el guardabarros de un coche negro brillante con un ruido sordo, lanzando a Sophia ligeramente hacia un lado. Afortunadamente, sólo sufrió un golpe menor y se reincorporó rápidamente, aunque su bolsa de borradores, mal asegurada, se a
La velada estaba en pleno auge en uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad. Las arañas de luz centelleaban, proyectando destellos sobre las paredes adornadas con dorados y frescos elegantes. Los invitados, vestidos con sus mejores galas, se mezclaban en un ambiente donde el lujo y el exceso reinaban en absoluto. Entre ellos se encontraba Alexander Reed, CEO de una empresa floreciente e heredero de la familia más influyente de la ciudad. Su presencia imponente y su carisma natural atraían todas las miradas, pero esa noche, algo en su comportamiento traicionaba cierta agitación. Alexander, acostumbrado a mantener el control en todas las circunstancias, sentía que lo embargaba una extraña torpeza. Vagaba por los pasillos del hotel, tratando de escapar del bullicio del salón principal. Su mente, habitualmente clara y aguda, parecía confundida, y sus pasos, que usualmente eran firmes, se volvían vacilantes. Se detuvo un instante junto a una ventana, observando las luces de la ciu
Unas semanas habían pasado desde aquella noche misteriosa en el hotel. Sophia Carter había intentado retomar el curso de su vida, pero una extraña fatiga y persistentes náuseas matutinas comenzaron a despertar sus sospechas. Aunque nunca lo había imaginado, decidió comprar una prueba de embarazo, con el corazón pesado y la mente atormentada. Cuando vio las dos líneas rojas aparecer en el dispositivo, sintió que su mundo se desmoronaba. La realidad de su situación la golpeó con una intensidad brutal: estaba embarazada, y no tenía idea de quién era el padre . Temblorosa, permaneció sentada en su cama durante horas, mirando fijamente el resultado. Se preguntaba cómo podría comunicarlo a su familia y, más aún, cómo soportaría su reacción. Esa noche, entendió que no tenía más opción. Debía enfrentar a su padre, su madrastra y su hermanastra, Anna. En el amplio salón de la casa familiar, donde los muros estaban decorados con retratos de ancestros y candelabros resplandecientes que hacían
Sophia había desaparecido de los barrios animados desde aquella fatídica confrontación familiar. Era como si se hubiera borrado de la superficie visible de la ciudad, refugiándose en un rincón modesto donde nadie vendría a buscarla. Había encontrado trabajo como empleada doméstica en una pequeña empresa de limpieza. Cada día enfrentaba los dolores físicos y mentales que acompañaban su embarazo, mientras cargaba con el peso del rechazo y de las burlas que le habían lanzado. Los meses pasaban y su condición se volvía cada vez más evidente, pero Sophia, resiliente, continuaba trabajando para ahorrar lo poco que ganaba. Sabía que necesitaba juntar todo lo que pudiera antes de la llegada de su hijo. Sin embargo, a pesar de la dureza de sus días, guardaba en su bolso el colgante de jade que había encontrado tras aquella noche misteriosa. Se había convertido en su único símbolo de esperanza, el único vínculo tenue con un hombre del que apenas podía recordar la mitad. Una mañana de junio,
El sol se deslizaba lentamente por el horizonte en su suave descenso, tiñendo de un cálido resplandor dorado cada rincón del apartamento. La luz, casi mágica en su transición, bañaba la habitación principal donde Sophia se sentaba en silencio, disfrutando de la calma reparadora de aquel espacio modesto que Chris le había prestado tras su hospitalización. Esa noche, a pesar de los ecos del pasado y las memorias conflictivas, todo parecía en apariencia tranquilo. En la habitación contigua, los trillizos dormían plácidamente; sus respiraciones ligeras y rítmicas se fusionaban para formar una melodía sutil y consoladora, un pequeño himno de esperanza en medio del caos que había marcado la vida de Sophia. Sin embargo, en el interior de Sophia, el alma no hallaba reposo. El peso de sus recuerdos, esas verdades ocultas y los silencios que había acumulado, se hacían sentir con fuerza cada vez que su mirada se posaba sobre el colgante de jade que reposaba en la mesa frente a ella. Ese objeto
El sol de la mañana se percibió tímidamente a través de las cortinas del apartamento. Los trillizos se juntan alegremente en una manta en la alfombra, sus risas se mezclan con el traque de los platos que Sophia se escapó. La vida había reanudado una apariencia de normalidad desde el accidente. Chris, fiel a su promesa, había estado presente y protector, convirtiéndose en un verdadero ancla en la tormenta. Esa mañana, estaba parado cerca de la ventana, su mirada fija en la calle de abajo. Parecía reflexivo, casi preocupado. Sophia inmediatamente notó su actitud inusual y puso las placas que sostenía. - Chris, ¿algo anda mal? Se volvió hacia ella, una sonrisa ligeramente triste en sus labios. - En realidad ... tengo algo que decirte. Y ... una propuesta para hacerte. Ella frunció el ceño, intrigado. - ¿Una propuesta? Parece serio. ¿Qué está sucediendo? Chris se acercó a la mesa y tiró de una silla para sentarse. Cruzó las manos sobre la superficie de madera, buscando buenas palab
El día esperado finalmente había llegado. Sophia se despertó antes del amanecer, su corazón latía con la emoción y el nerviosismo. Los trillizos, todavía profundamente dormidos en sus pequeñas camas, eran pacíficas, ignorando la aventura que les esperaba. Chris ya estaba de pie, revisando los documentos y boletos por última vez, su seriedad habitual fortalecía la sensación de una partida inminente. La luz de la mañana comenzó a aparecer en el horizonte cuando el taxi llegó frente al apartamento. Sophia lanzó un último vistazo a la pequeña habitación que había llamado casa. Ella inspiró profundamente, apretando las tiras de su bolso y murmuró por sí misma: "Este es el comienzo de algo nuevo". Chris, ya fuera de instalar asientos de automóvil en el taxi, lo llamó suavemente:- Sophia, ¿estás lista? Ella asintió, tomando suavemente uno de los trillizos en sus brazos. - Sí. Vamos. El aeropuerto era un mundo en sí mismo, con sus luces animadas, sus anuncios regulares y las multitudes