Anna, furiosa tras su humillación pública durante la velada de gala, regresó a casa a toda prisa. Cerró de un portazo la puerta del apartamento familiar, con el rostro encendido de rabia. Su madre, Catherine, que estaba sentada en el salón hojeando una revista, alzó la vista, intrigada por la agitación de su hija.
—¿Anna? ¿Qué sucede? —preguntó Catherine, dejando su revista sobre la mesa de centro.
Anna tiró su bolso sobre el sofá y comenzó a caminar de un lado a otro, con sus tacones resonando en el parqué.
—¿Qué sucede? ¡Sophia! ¡Otra vez ella! ¡Logró ridiculizarme frente a todos! ¡Y ese maldito Alexander Reed la defendió como si fuera una princesa!
Catherine frunció el ceño, intrigada.
—¿Alexander Reed? ¿El CEO de Reeder Corp? ¿Qué fue exactamente lo que pasó?
Anna se detuvo, cruzándose de brazos, con la mirada ardiendo de frustración.
—Solo quería darle una lección, mostrarle que no tiene cabida allí. Pero Alexander intervino, ¡y me echó de la fiesta! ¡A mí! ¡Como si fuera una int