Alexander Reed, como Director General de Reeder Corp, tenía un aura natural de autoridad que nunca pasaba desapercibida. Tras su encuentro fortuito con Sophia y después de haber examinado sus bocetos, una intuición le decía que ella tenía un talento que merecía ser explorado. Intrigado por sus dibujos y por esa sensación familiar que ella le había dejado, dio instrucciones precisas a su asistente Richard.
— Asegúrate de que esta chica sea contratada, dijo. Quiero que su expediente sea examinado por el departamento de diseño. Hay algo en ella que merece nuestra atención.
Richard, siempre eficaz y metódico, había prometido velar porque las cosas se hicieran según los deseos de Alexander.
Unos días más tarde, Alexander recorría los pasillos de la empresa, reflexionando sobre un problema de asociación estratégica mientras observaba distraídamente su entorno. Su mirada se detuvo de repente en un contenedor de basura abierto, cerca del departamento de diseño. Un papel arrugado asomaba liger