Pesé a mi insistencia, Leo me acompañó a mi departamento y se negó a marcharse hasta verme comer algo.
No sólo no quería que fuera conmigo porque era innecesario y me preocupaba que mis vecinos hicieran un escándalo al verme entrar con un hombre a mi departamento, si no porque al haberme enfocado en mi trabajo no estaba al día con mis labores domesticas, lo cuál es una forma elegante de decir que todas las habitaciones eran un desastre y no me moría de ganas de que lo viera.
En todo caso, cómo no fue posible hacerlo cambiar de opinión, opté por aparentar que no me importaba.
— Bueno, ya me trajiste a mi casa en una pieza, muchas gracias. Puedes considerar tu misión completada.
— Dije que quería verte comer antes de irme.
Respondió dirigiéndose directamente a la diminuta cocina.
— Tu alacena está vacía y el refrigerador también.
Me reprochó.
— Bueno, comprenderás que si no he tenido tiempo para comer o dormir tampoco para ir de compras.
— ¿Y qué pensabas llegar a comer?
— Todavía de