— Somos del mismo tipo de huérfanos entonces.
Concluyó.
Asentí con la cabeza y el resto del camino transcurrió prácticamente en silencio.
Habíamos vuelto al silencio fácil, ese que a veces surgía entre nosotros cuando la inspiración aparecía de pronto o necesitábamos concentrarnos en algo y se rompía con naturalidad unos minutos después.
Me di cuenta de que iba a extrañar esos silencios casi tanto como nuestras conversaciones en sí mismas.
Joder, lo iba a extrañar. Punto.
Reconocerlo dolía por más que me negara a empezar a sufrir desde ahora una pérdida que no sucedía aún, pero era inevitable.
Me despedí de él frente a mi edificio y me esforcé por sonreírle igual que siempre y no permitir que mi estado de ánimo pudiera adivinarse en mi expresión.
Por lo menos las cosas iban bien en el trabajo, mejor de lo que cabía esperar.
El hecho de que una simple mentira me hubiera llevado de ser una completa desconocida a la autora de una de las historietas más leídas en la historia de la