Ayla pasó la noche en la cabaña de Bledd.
Al otro día, ella no se presento a trabajar.
Nikita, enfadado y despechado porque no podía creer que Ayla lo rechazará por un don nadie, mando a su gente a incendiar aquel lugar.
—Sé que Ayla está en esa mugrosa cabaña, con ese don nadie. Sobrepasó los límitea. Se lo adverti —gritó enfadado y les ordenó vóciferando —Quiero que vayan hasta allá e incendien todo el maldito lugar.
Los guardespaldas de Nikita hicieron caso al llamado y pedido de su jefe.
Se dirigieron aquel sitio e incendiaron todo lo
que encontraron a su paso.
Los lobos no huyeron de aquel sitio, hicieron frente a los ataques del hombre y se quedaron a pelear.
Bleddyn, desde lejos olfateo lo que estaba sucediendo, y fue en defensa de su manada.
Desde allí arriba, en su pequeña cabaña a escondidas, estaba Ayla, asustada, porque desde allí se podía ver el fuego que ardía con cada vez más fuerzas, como un demonio enfadado. Aquella mañana nublada, el viento era muy intenso y más pro