Se lanzó sobre mí, me rodeó con sus fuertes brazos, su enorme cuerpo me arropó y quedé frágil ante lo que deseaba, bajó sus labios con sabor a él y me besó devorador sin que su agarre variara. Yo me dejé poseer por el momento, rendida por su hermosura y virilidad, por el aroma que despedía su cuerpo, el sabor de su boca, su lengua buscando la mía haciéndome sentir tan deseada y mujer.
–Tu regalo me encanta. –Me hablo junto al oído, besando mi cuello.
– ¿Dices la verdad o solo eres amable?
–No tienes por qué dudarlo Yvonne. –Me miraba con devoción, ya no quería dudarlo. –Tenerte aquí en nuestra casa a ti, no a cualquier mujer que se bajara del avión ese día… yo quiero confesarte algo. –Aflojó un poco el brazo, yo estaba perdida en sus ojos, en lo mucho que me atra