Vi cuando se fue en el asiento. La cabeza quedó al vaivén del movimiento del auto y su palidez nos asustó a mamá y a mí.
– ¡Yvonne! ¡Yvonne!–Le grité pero nada. Estacioné como pude y corrí hacia ella, la bajé en brazos y coloqué mi oído en su pecho, respiraba pero muy débil estaba completamente inconsciente. –Yvonne mi amor, despierta. –Miré su brazo, horrible.
– ¡Dios ayuda a Yvonne, que no le corten el brazo por favor Dios!
– ¡Mamá por favor!
Seguimos dentro el hospital y apareció un doctor.
–Doctor mi esposa fue mordida por una serpiente.
– ¡Venga!–Lo seguí, la tendí sobre la camilla que me indicó.
– ¡Yvonne, Yvonne, despierta Yvonne.
–No la llame, es…inútil ahora. –Busc&oacu