26.
Sonrío cuando el viento hace que su libreta casi salga volando. Rapido le hecho un vistazo a lo que escribe, pero es igual de ilegible que su carta.
—¿Hay algo que siempre hayas querido hacer, pero que nunca te permitieron? — dice Zah, me agarro desprevenido.
Ella acomoda sus hojas. Se encorva un poco y mira lo que escribió por varios segundos.
—Sí.
—¿Qué te impide hacerlo ahora? — esta vez lo dejo fluir. Al menos él tiene un tema de conversación.
—No lo sé... aun...— ella suspira.
—Puedes contarme lo que sea, prometo no juzgarte ni contárselo a nadie— digo.
—Al fin participas— gruñe Zah.
—Escucho su voz, escucho cuando me grita y me...— ella cierra los ojos y de inmediato agarro su mano— tú no puedes entenderlo.
—Lo sé, sé que no puedo imaginar lo que sufriste, pero si he sufrido, aun nunca de la misma forma. Una vez tuve que dejar que unos machos golpearan a mi madre porque ella me lo ordeno, sabía que si yo interfería iba a ser peor. La golpearon solo por beber agua de un la