Francine se quedó quieta un rato, mirando la pantalla.
El cursor aún parpadeaba ahí, como si esperara una señal verde.
"Sabía que aún guardabas ese lado dulce conmigo. Me alegró, de verdad."
Ella sabía que lo correcto era ignorar.
Pero una parte de ella, quizá el aburrimiento, quizá el ego, quería responder.
O al menos reírse de la situación con alguien.
Dejó el celular en la mesita de noche y fue hasta la ventana.
Corrió la cortina con un movimiento perezoso y abrió apenas una rendija, suficiente para que un rayo de sol le diera directo en la cara.
— Uf, me estoy quemando viva — murmuró, alejándose como si fuera de papel. — Un vampiro tendría más tolerancia que yo.
Agarró la primera ropa que encontró: shorts de algodón y una camiseta amplia. Y bajó a la cocina.
El olor a ajo y cebolla dorándose en aceite le pegó de lleno en el estómago, que respondió con un gruñido alto y poco elegante.
— Buenos días para ti también — dijo Malu, removiendo algo en la olla con una cuchara de madera. —