— ¿Vas a dormir abrazada a ese celular hoy o ni piensas dormir? — Malu apareció apoyada en el marco de la puerta, con un paquete de galletas en la mano y el cabello recogido en un moño chueco que denunciaba el fin de un día largo.
Francine estaba acostada, abrazada a la almohada, con la luz de la pantalla iluminándole el rostro.
No respondió enseguida; solo sonrió de lado mientras tecleaba otra respuesta rápida.
— Malu, por favor… anda a vivir tu vida.
— Lo intento, pero es difícil competir con tu enamoramiento virtual. — Entró al cuarto y se dejó caer a los pies de la cama, de espaldas. — En serio, Francine… ¿ya te diste cuenta de que pasas más tiempo chateando con Dorian que haciendo cualquier otra cosa? ¡Incluida yo, que estoy aquí viva y presente!
Francine soltó una risa corta, amortiguada por la almohada.
— Qué exagerada. Solo hablamos. Y ni es tanto así. Como mucho unos “buenos días”, “¿todo bien por ahí?” y… no sé… ayer me mandó la foto de un look horroroso y preguntó si yo lo