Olivia detuvo la silla junto a la mesa, sus ojos recorriendo el rostro enrojecido de Beatrice, la gesticulación airada de Michael y el mohín dramático de Ciara. Su voz, cuando finalmente habló, era suave pero poseía una autoridad innegable, un tono acostumbrado a ser escuchado y obedecido.
— ¿Qué sucede aquí? ¿Por qué tanto alboroto? Creí oír gritos desde el jardín.
Su mirada se posó finalmente en Ezra, quien permanecía en silencio, observando el desarrollo del caos que había provocado.
— ¿Ezra, hijo? ¿Podrías iluminarnos sobre la causa de esta… animada conversación?
El silencio se extendió por la habitación, repentino y casi palpable. Los buitres, momentáneamente, habían dejado de picotear. Todos los ojos se volvieron hacia Olivia, la matriarca silenciosa, la verdadera dueña de las riendas en esa peculiar dinámica familiar. Su pregunta, formulada con una aparente inocencia, contenía la implícita reprimenda de una reina observando a sus súbditos en pleno desorden.
— Déjeme ayudarla, señora.
Lauren se forece a empujar de la silla de ruedas hacia su lugar correspondiente.
Después de haber permanecido en un silencio calculador, Ann Therese, la hermana mayor de Ezarel y oponente más firme de Olivia, finalmente habló. Su voz, aunque suave, tenía un tono de autoridad que incluso los "buitres" parecían reconocer, aunque con una sutil resistencia. Sus ojos, fríos y calculadores, se posaron en Olivia antes de dirigirse al resto de la familia.
— Olivia, querida,
comenzó, con una sonrisa fina que no llegaba a sus ojos,
— quizás no estés al tanto de la naturaleza exacta de la propuesta de Ezra. Él... ha decidido, unilateralmente, sugerir una 'modernización' de nuestras finanzas.— Hizo una breve pausa, permitiendo que la palabra flotara en el aire cargado. — Lo que en términos más sencillos significa... recortar el presupuesto que nuestro querido y difunto abuelo, con su infinita sabiduría, tuvo a bien establecer para todos nosotros.
Un murmullo de sorpresa e indignación recorrió la mesa. El tío Michael fue el primero en reaccionar verbalmente. — ¡Esto es una locura! ¿Sabe siquiera de lo que está hablando?
Olivia escuchó a Ann Therese con una expresión de estudiada atención, sus ojos claros parpadeando lentamente mientras la miraba.
Finalmente, una leve sonrisa curvó sus labios, una sonrisa que no transmitía verdadera diversión, sino más bien una certeza inquebrantable.
— Ann Therese, querida, — dijo con una suavidad engañosa, su voz manteniendo ese tono tranquilo que parecía imponerse al alboroto general. — Comprendo perfectamente tu preocupación, y la de todos ustedes, por supuesto. El abuelo siempre fue muy generoso, y su intención era asegurar el bienestar de su familia... Sobretodo cuando no tenía la cordura suficiente ni uso de la razón.
Luego, su mirada se dirigió a Ezra, posándose en él con una calidez innegable, una mezcla de orgullo y afecto.
— Pero mi hijo, mi querido león es un hombre inteligente y reflexivo. Si él ha tomado esta decisión, si considera que esta 'modernización' es necesaria, estoy segura de que lo ha hecho tras una cuidadosa consideración y con el mejor interés de todos en mente. Si Ezra cree que este es el camino a seguir, yo lo apoyo plenamente.
Con estas palabras, Olivia zanjó el asunto, al menos por el momento. Su apoyo incondicional a su hijo, expresado con una calma autoritaria, sofocó la rebelión de la familia.
— ¿Han tenido a esa pobre niña de pie todo este tiempo? ¿Qué son? ¿Bestias? — Olivia mira con indignación. — Mírenla, está tan pálida y delgada, parece que se la va a llevar la brisa, siéntate, Lauren.
No estaba muy convencida, pero Lauren no estaba en una posición que le permitiera quedarse de pie, mucho menos cuando la misma Olivia estaba cuidándola tanto.
— Come, querida, estás muy delgada... ¿Estás segura que el doctor dijo que estabas bien?
Lauren solamente podía ver la forma en que Olivia llena su plato con comida, pero cuando ve las ostras, automáticamente frunce el ceño. No podía comer mariscos por el bebé.
— Señora Olivia... No como mariscos...
La madre de Ezra se gira abruptamente hacia ella, Lauren siente la forma en que se le clava esa aguda mirada que parece poder ver a través de todo y no soporta verla a los ojos, necesitaba pensar en una excusa rápido.
— ¿Por qué nunca me habías dicho que no te gustan los mariscos? Dulzura, no debes comer lo que no te gusta por complacer a los demás, ten mejor esto...
El vapor denso ascendía del tazón que Olivia extendía con una sonrisa radiante.
— Es una receta familiar, ¡te encantará!
Sus ojos brillaban con genuino entusiasmo, pero para Lauren, el aroma que emanaba de la sopa era una punzada directa al estómago.
No era un olor putrefacto, no exactamente. Era una mezcla extraña, terrosa y dulzona a la vez, con un trasfondo que le recordaba a medicinas viejas y algo indefiniblemente... raro. Se esforzó por sonreír, pero una punzada de náusea le subió por el esófago como una burbuja amarga.
— Oh, se ve... interesante. — logró articular, su voz ligeramente tensa. Intentó acercarse un poco, por cortesía, pero el olor se intensificó.
Su estómago se revolvió con violencia. ¿Cómo podían los demás no sentirlo? Parecían tan tranquilos, charlando y probando bocados.
Una oleada de calor la invadió. Necesitaba aire fresco, urgentemente. La idea de probar esa sopa, de siquiera tenerla cerca, se le antojaba la cosa más repulsiva del planeta.
Sin poder disimular más, Lauren se levantó de golpe, llevándose una mano a la boca. "Disculpen," murmuró con una voz que apenas reconoció, sintiendo el rostro pálido y frío. Las miradas curiosas se volvieron hacia ella, pero no podía detenerse.
Con la excusa torpe de "Me siento un poco indispuesta", salió casi corriendo del comedor. Cada paso la acercaba al santuario del baño, donde finalmente, las arcadas violentas la doblegaron sobre el inodoro.
El silencio incómodo que dejó la abrupta partida de Lauren se palpaba en el aire. Las miradas desconcertadas iban del vacío de su silla. Fue Ezra quien rompió el silencio, con una calma forzada que no alcanzaba a ocultar su propia sorpresa.
— No se preocupen,—dijo, intentando sonar casual. — Lauren no se ha sentido muy bien hoy. El doctor dijo que necesitaba descansar.
La señora Olivia, quien hasta el momento había observado la escena con una expresión entre curiosa y preocupada, frunció el ceño. "Qué extraño," murmuró, más para sí misma que para los demás. Luego, su mirada se endureció ligeramente.
— De hecho, antes de que comenzara la cena, me encontré con Edith en la entrada. Estaba preguntando por Ezra.
Su tono adquirió un matiz de reproche. — Me pareció una falta de respeto que la hayas dejado afuera, Ezra. Es una joven encantadora, y su familia... bueno, ya sabemos lo influyentes que son. No podemos permitirnos ser groseros con alguien así, especialmente cuando está tan obviamente enamorada.
Ezra, que hasta ese momento había mantenido una compostura tensa, apretó la mandíbula. La mención de Edith, y el tono acusatorio de su madre, parecieron ser la gota que colmó el vaso. Se levantó de la mesa con un movimiento brusco, la silla raspando contra el suelo en un sonido seco y áspero.
— Con permiso. — dijo, su voz cargada de una frustración apenas contenida. Sin mirar a nadie en particular, salió del comedor con paso firme, dejando tras de sí un nuevo silencio.
Lauren se enjuaga la boca una vez más, el sabor ácido después de vomitar era jodidamente persistente, se mira demacrada en el espejo, de la nada sus ojeras se habían pronunciado más.
Entonces empezó a preguntarse si realmente podría soportarlo.
Sin tener idea de cómo iba a explicar su fuga, sale del baño, la primera persona que ve es a la misma Edith, con su sonrisa que no le llega a los ojos y esa mirada calculadora, como si siempre estuviera sospechando de los demás.
— ¿Estás bien? Escuché algunos ruidos raros.
Los hombros de Lauren se tensaron con esa pregunta, pero asintió, sin demostrarle mucha importancia y tratando de esconder su nerviosismo.
— Permiso, tengo que irme.
— Sí, te prometo que no habrán mariscos en mi fiesta de cumpleaños, así que no faltes.
Lauren, extrañada, asiente, lo mejor para ella fue retirarse de ahí, Edith es demasiado astuta para su propio bien.