Siete

La oficina del gato casi siempre suele sentirse como una prisión, no tiene ventanas, es oscura y apesta a humedad y desesperación. Incluso cuando suelo entrar aquí más veces de la que me gustaría no termino de acostumbrarme.

— Te lo advertí, te dije que no puedes ir por ahí agrediendo a los clientes. — Él echa un sobre sobre el escritorio, mirándome fijamente para que lo abriera. — Resulta que la persona que se te ocurrió desfigurar esta vez fue un pez gordo. Ahora pide tu carta de renuncia o nos demandará.

Miré el pedazo de papel entre mis dedos.

— Si iba a hacer un escándalo por un simple golpecito le habría dado uno más fuerte. — Aunque dije eso para mí, casi puedo escuchar la forma en que el Gato se palmeó la cara con las manos.

— ¿Simple? — Se frotó las sienes con los dedos.— Le doblaste una bandeja en la cabeza

— La bandeja es delgada, ni siquiera iba a-

— Lauren. — Interrumpió. — Conoces perfectamente el tipo de personas que vienen a este lugar, si ese hombre hubiera sacado un arma ni siquiera ese temperamento tuyo habría podido defenderte. Logré convencerlo de no despedirte, pero no puedo dejarte ir sin una sanción.

Tragué saliva.

— ¿E-entonces...?

Aquel hombre da un suspiro largo, yo solo puedo quedarme de pie frente a él, ni siquiera yo puedo ser grosera con ese hombre, solamente bajar la guardia podría terminar con mi cabeza colgando en la entrada del club. Además, Gato ha hecho muchas cosas buenas por mí.

— Vete a casa, Lauren. Tómate algunos días para reflexionar... Te avisaré cuando se calmen las cosas.

La decisión fue incluso peor de lo que esperaba.

— ¡Pero señor-!

— No está abierto a discusión, Lauren. Por favor retírate.

Apenas Accedí entre dientes, sé que una vez él toma una deicsión no hay forma de hacerlo cambiar de parecer. Pero salir de ahí a plena luz del atardecer me hizo sentirme derrotada por alguna razón.

Furiosa guardé todas mis cosas dentro de mi mochila, ignorando las preguntas de Celeste y algunas compañeras del trabajo salí sin mirar atrás del edificio.

Esperé la luz verde del cruce de peatones como si mirarlo fijamente fuera a hacer que cambiara más rápido de color y finalmente al cambiar aceleré el paso por delante de los demás hasta que el sonido del rugir de un motor me logró desubicar, los neumáticos chirriaron y el coche que se había saltado la luz roja siguió deslizándose peligrosamente hacia mi dirección.

''¡Cuidado!'' Gritó una persona detrás de mí.

Querido Dios ¿Qué tan odiada puedo llegar a ser?

...

— ¡AAY!

mi primer instinto fue gritar cuando caí de espalda, mi pesada mochila logró amortiguar mi caída y por primera vez agradezco tenerla conmigo. Cuando me percato de la situación siento el aire caliente del Pagani negro respirarme a milímetros de distancia, en medio de la conmoción me pongo de pie con el corazón acelerado para tomar aire.

— ¡Oye, imbécil! ¡¿Acaso no tienes ojos o compraste la licencia de conducir en internet?! — Grité después de darle una patada agresiva a la puerta del piloto a pesar de las personas que intentaron evitarlo. — ¡Casi atropellas a una persona y ahora te escondes como una rata cobarde dentro de tu auto!

¿Acaso ese idiota cree que por tener un auto lujoso en este pueblo se va a escapar como le de la gana?

— ¡¿Crees que el dinero te da derecho a ignorar los semáforos en rojo y las leyes de tránsito?!  ¡Tú definitivamente-!

La ventanilla polarizada del auto apenas bajó, el asqueroso aroma del cigarrillo me obliga a alejarme un paso.

— Ten. —En la pequeña apertura apenas logra deslizarse una mano claramente masculina, sujetando una tarjeta negra con bordes dorados. — Llama a este número para costear los gastos.

Oh, así que es un rico prepotente.

Lancé mi mochila al suelo como si quisiera borrar del mundo no solo el auto sino también la persona que lo conducía, pronto vi mi tacón de aguja con acabados metálicos incrustándose en la ventana polarizada al golpearlo con toda mi furia contenida, fracturando el vidrio templado, jadeé bruscamente y me sequé el sudor de la frente con una sonrisa triunfante.

— Deuda saldada. — Me acerqué a decirle, aventándole de regreso la tarjeta por la rendija. — Anoté la matrícula del coche así que espero verte en la corte pronto, hijo de puta.

¡Argh! Por eso odio a los niños ricos.

— ¡Lauren! ¡¿Finalmente perdiste la cabeza?! — Cuando escucho la voz de Celeste corriendo detrás de mí para alcanzarme, me detengo. — Te seguí porque sentí que algo no estaba bien ¡Y ahora pasa esto! ¿Qué harás si ese hombre decide demandarte? Piénsalo bien ¿Un Pagani en este pueblo sin vida? Tiene que ser alguien peligroso.

— ¡Ese hombre casi me mata! Si no me hubiera caído...— Ni siquiera puedo terminar de decir la oración debido a los intensos escalofríos que me recorren. — Pero no va a hacer nada, solo es un forastero.

— ¿Cómo puedes estar tan segura de eso?

Me quedé callada, finalmente ralenticé mi paso para caminar a la par.

— Dios mío, querida ¿De dónde salió ese mal temperamento tuyo? — Celeste se rió de mí. — Esperemos que tu pequeña hija no lo herede.

Sé que Celeste tiene razón en desconfiar y lo mucho que se preocupa por mí, ha sido mi más preciada y leal amiga desde que me mudé a este pueblo hace cinco años. Le prometí no hacer nada problemático y apenas me sancionan del trabajo rompo el vidrio de un Pagani con los zapatos que uso en el trabajo.

...

Un momento.

¡Rompí la ventana de un Pagani!

Peor aún ¡Con los costosísimos tacones del trabajo!

— A juzgar por tu expresión facial ya te has dado cuenta de lo que hiciste. — Menciona Celeste. Yo volteo a verla con la palidez marcada en mi rostro y las manos temblorosas.— Afortunadamente ese forastero no sabe quién eres, tal vez no se de cuenta de que esos zapatos son un diseño exclusivo para las meseras del club. Pero Gato te va a quitar los pies antes de que puedas decirle que perdiste uno.

— Lo hará ¿No es así? — Me golpeé la frente con la mano. — Ya le he causado muchas dificultades.

En eso, Celeste animosamente me agarra del brazo, yo intento no mirar su cara de cachorro abandonado porque sé perfectamente qué significa esa expresión que ella hace.

— Se me ocurre algo que podemos hacer para levantar tus ánimos. — Me abrazó incluso antes de hablar para asegurarse de que yo no escape. — ¡Iremos a beber!

Como buena mejor amiga de una mujer alcohólica... Sabía que diría eso.

No supe decirle que no a ella, honestamente ni siquiera tenía ganas de intentarlo.

(...)

8:30pm

— Sí, estoy... Bien, adiós... — Me despido de la persona que me dejó cerca de casa, en el asiento trasero de su auto va Celeste a punto de vomitar sobre la alfombra.

La residencia donde vivo es un poco más retirada del pueblo, probablemente a unos veinte minutos caminando lo cual no es un problema realmente... Pero en estos momentos que no distingo el cielo de la tierra odio que el terreno sea tan jodidamente grande.

Podría caer sobre la suave grama y quedarme dormida hasta el día siguiente, por culpa de Celeste terminé bebiendo demás y no logro coordinar mis pies apropiadamente. ¿Qué dirá Livy si me ve de esta manera?

''¿Eh? Dejaron la verja sin llave...'' Murmuro al abrirla con facilidad, esto no debería ser así. Incluso yo uso mis propias llaves cuando llego del trabajo durante la madrugada. ''¿Y si...?''

Por un momento las palabras de Celeste me dieron escalfríos, intenté sacudirlas de mi cabeza ¿Cómo podrían descubrir tan rápido dónde vivo? Probablemente fue un descuido.

Seguí caminando al interior de la residencia cuidadosamente, con el corazón mucho más que acelerado pero de alguna forma logré convencerme a mí misma de que todo estaba bien y solo estaba siendo paranoica debido al licor en mi sistema. Cuando vi las luces de la entrada encendidas me pareció notar algo extraño en el patio delantero.

La figura de un coche que no combinaba absolutamente nada con la vieja residencia en ruinas emergió y no era cualquier coche, sino un Pagani Huayra que, a pesar de la oscuridad brillaba con un esmaltado casi perfecto. Mis manos em´piezan a tirtiar automáticamente cuando logro reconocer el número de matrícula: Era el mismo que el coche al que le rompí la ventana horas atrás.

El miedo finalmente logra dominarme, solo por si acaso decido correr rápidamente hacia la puerta del piloto, si ese era realmente el vehículo entonces...

— ¡No está-! —Exclamé con sorpresa, dejando escapar el aire.

Ni el golpe de la patada que magulló la puerta o el vidrio quebrado por el metálico tacón de aguja de mi trabajo, el auto estaba completamente limpio. Pero, por alguna razón eso no me hizo sentir más tranquila.

Como si mi propio cerebro estuviera tratando de decirme algo corrí hacia la entrada de la residencia, ver todas las luces encendidas acelero mucho más mi corazón mientras perdía el aliento con cada paso, el agrio sabor de boca es cada vez más fuerte por cada habitación que reviso donde no hay nadie. ¿Dónde carajo se han emtido todos?

''¡No, por favor!'' La súplica de Martha llega a mis oídos cuando paso a toda prisa, me detengo en seco y regreso sobre mis pasos, irrumpiendo en la escena.

Martha y su esposo estaban sentados conversando frente a la figura de un hombre que estaba de espaldas.

— ¡Lauren...!— Murmuró Martha apenas me vio, su rostro palidece en cuanto me ve.

— ¿Qué está pasando aquí? ¿De qué se trata esta reunión? — Pregunto, dejando mi mochila de lado para entrar. — No sabía que tendrían vistas, lamento haber interrumpido... Es que yo-

Mi presión arterial disminuyó de golpe repentinamente cuando ese hombre se giró a verme.

Incluso cuando había pasado cinco años de mi vida sin verlo, me era imposible olvidar aquella mirada tan profunda que parece tragarse todo a su paso.

Ezra Leif Vance, el padre biológico de mi hija, estaba de repente de pie frente a mí tras cinco años desde que nos vimos por última vez en las peores circunstancias.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP