Pero, aunque creí que todo estaría bien... Realmente no fue así.
De repente ya no era solo el perfume, la mera cercanía de Ezra retorcía mis entrañas. No puedo evitar echarme un paso atrás de él aunque intento hacerlo de forma sutil.
Pero por supuesto mi movimiento no pasó desapercibido para él.
— ¿Qué te pasa, Lau? — Pregunta con los ojos entrecerrados. — Actúas extraña desde hace días.
Trato de mantener la compostura pero siento el cuerpo tenso y rígido.
— Estoy bien. — Miento. — Creo que voy a resfriarme, tu perfume es inusualmente fuerte esta mañana.
Es una excusa superficial, solo puedo lamentar mis adentros cuando Ezra empieza a olerse «Sí, olerse.» Las mangas del traje como un perro policía rastreando mercancía ilícita.
Luego volteó a verme rápido, una mirada tan intensa que me pongo nerviosa. Ezra se acerca a mí dando dos pasos alargados pero no mueve la boca para hablar y solo me mira como si la mercancía ilícita la tuviera yo y no él.
''Olvídalo... Son tonterías.'' Apenas alcancé a escuchar su murmullo, él vuelve a darse la vuelta pero se detiene de nuevo, otra vez se gira hacia mí.
«¿Qué le picó a este hombre de repente?» Mi cuerpo vuelve a ponerse rígido, quizá Ezra notó eso porque no se acercó más de la cuenta.
— ¿Estás segura que no has sido tú quien abusó con el uso del perfume esta mañana? — Me preguntó, noto el sutil movimiento de su nariz, a veces Ezra es como un sabueso. — O Tal vez cambiaste de champú... Hay un aroma diferente en tí esta vez.
Mi corazón da un vuelco en ese momento, pero no de la manera en que solía hacerlo antes. Ahora es una combinación entre anhelo y la necesidad de alejarse.
«¿Será por el bebé...? ¿Y si reconoce mis feromonas de embarazo?» Imposible, el doctor dijo que eran muy débiles.
«Pero Ezra es muy sensible a las feromonas...»
— ¿Quieres ir a médico de nuevo?
Mi mirada se vuelve preocupada, solo puedo sentir culpa. Ezra sigue preocupándose por mí pero eso solo me estaba haciendo miserable.
— No, estoy bien. — Me aparté de él, no quise ser grosera pero se me escapó un manotazo. Recordar todo lo que él habló antes con Edith vuelve para darme náuseas. — No cambié nada. Por favor, Ezra, tengo mucho trabajo.
Ezra parpadeó un par de veces, pero me mantengo firme.
— Bien, entonces te espero donde acordamos. No llegues tarde, necesitamos ese proyecto para seguir con los planes.
Solo puedo respirar de alivio cuando él sale de la oficina, mis piernas tiemblan y necesito un par de minutos para ordenar mis ideas y recargarme del escritorio. De alguna manera siento como si estuviera haciendo algo ilegal.
«Lauren en qué diablos te metiste...» me regaño mentalmente, volviendo a apilar los documentos en el escritorio.
(...)
Me subí al auto tan rápido como pude hacia la clínica discreta donde Edith esperaba. El lugar tenía un aire frío y aséptico que aumentaba mi creciente ansiedad. Edith me recibió con una sonrisa tensa, una mezcla extraña de eficiencia y amabilidad.
— Lauren, qué bueno que llegaste,— dijo Edith. — Todo está listo. Después de esto...— continuó, su voz tratando de sonar tranquilizadora, —podrás seguir con tu vida como si nada hubiera pasado. Nadie sabrá nada. Te lo prometo, este secreto morirá aquí.
Yo asentí, sin mucha confianza. Edith me había dicho anteriormente que sería un trabajo rápido y solo necesitaría excusarme algunos días de descanso. Quiero terminar con esto lo antes posible pero mi determinación empieza a vacilar mientras nos seguimos adentrando.
Mientras avanzaba, logro ver a través de una puerta entreabierta una escena que me hizo detenerme por un momento. En una sala iluminada por una luz cálida y suave, una joven mujer acunaba un bebé recién nacido. Los diminutos dedos del bebé se aferraban instintivamente al pecho de su madre, sus ojos cerrados en un sueño tranquilo. La madre lo miraba con una expresión de amor puro y absoluto, una sonrisa suave iluminando su rostro mientras susurraba palabras ininteligibles.
Esa imagen... Movió algo dentro de mí. Nunca había conocido el calor de un hogar verdadero, el amor incondicional de unos padres. Mis progenitores me habían desechado. Aunque los padres de Ezra siempre me habían brindado amabilidad y atención, siempre había sentido una punzada de envidia al presenciar el profundo amor que sentían por su hijo, el lazo irrompible de su familia. En secreto, anhelaba esa conexión, ese sentido de pertenencia, un núcleo familiar propio.
Y entonces, comprendí que tal vez... Lo que más quería era mi propia familia.
— No puedo. — dije, deteniéndome.—Lo siento, Edith. Ya no quiero hacer esto.— Un suspiro tembloroso escapó de mis labios mientras intentaba explicar. —Gracias... gracias por la ayuda que me ofreciste.
La sonrisa de Edith se desvaneció, reemplazada por una expresión de incredulidad y luego de furia contenida. — ¡¿Qué estás diciendo, Lauren?! No puedes echarte atrás ahora. Piensa en ese niño. ¿Crees que será feliz sin un padre?
Pero las palabras de Edith ya no tenían el mismo poder. La imagen de la joven madre y su bebé, mi propio anhelo de familia, me habían fortalecido.
— Eso no importa,— respondo. —Sé que puedo darle amor. Y sé... sé que Ezra lo entenderá. Incluso si... Incluso si le digo que es de otro hombre.
Entonces, Edith soltó una bomba. Su rostro se convirtió en una mueca sombría.
— Él Entenderá, ¿Eso es lo que dices? ¡Ingenua! Ezra fue quien me envió aquí, Lauren. Él dijo claramente que ese bebé no puede nacer.
La mano de Edith tembló ligeramente al extender el documento. El papel parecía pesar toneladas en el aire. Allí, estampado con una tinta oscura e inconfundible, estaba la firma elegante y autoritaria de Ezra, junto con el sello de su empresa. La autorización para cubrir todos los gastos del procedimiento era innegable, fría y concluyente.
«Ezra nunca suelta su sello, ni siquiera yo he tenido la oportunidad de tenerlo en mis manos.» Muerdo mi labio con ansiedad.
Una sonrisa amarga se dibujó en el rostro de Edith. — ¿Realmente creías que Ezra no se acordaba de esa noche?— preguntó con un tono de burla cruel. — Él Se enojaba cuando lo mencionabas, ¿verdad? Claro que se acordaba. Para él, tú lo traicionaste, Lauren. Solo te ha mostrado misericordia al encargarse de esto discretamente.
Edith se inclinó, su voz ahora un susurro venenoso. — Él piensa que tú te aprovechaste de su estado vulnerable, que dormiste con él con la intención de fingir que este bebé es suyo. En su mente, eres una manipuladora, una mujer sin verguenza. Y esta es su forma de asegurarse de que tu plan no llegue a concretarse.
No podía ser cierto. ¿O sí?
— ¿Por qué... por qué confiaría Ezra en ti?— Alcanzo a preguntar. — ¿Es por eso que...?
Edith sonrió con una frialdad calculadora. — Porque mi padre, querida Lauren, es el doctor Alistair Thorne. ¿Recuerdas ese nombre? Cadenas de clínicas privadas por todo el país lo tienen. No había nadie mejor para 'arreglar' este... inconveniente, como lo llamó Ezra. —Su tono era de orgullo venenoso. —Habló directamente con mi padre. Yo... casualmente escuché la conversación. Y decidí ofrecer mi ayuda. ¿Qué mejor manera de ganar algunos puntos de simpatía con el esquivo Ezra que solucionar su 'pequeño problema'? Por esa razón me llamó a su oficina desde el principio.
— No... no es cierto. — murmuro — Ezra no haría eso.
Pero la firma en el documento, la certeza en la voz de Edith, no eran cosas que tuviera cimientos débiles.
Un instinto de supervivencia me impulsó a huir, necesitaba desesperadamente que Ezra negara esas tonterías. Saqué mi teléfono tembloroso, marcando el número de Ezra con dedos torpes. Llamé una y otra vez, pero el silencio al otro lado de la línea era ensordecedor. Él no respondía.
Nunca antes. Ni siquiera en nuestras peores discusiones o en sus momentos de mayor tensión, él había ignorado una de mis llamadas. Siempre, de una forma u otra, había respondido. El silencio ahora era ensordecedor, una confirmación de la horrible verdad.
Varios enfermeros, vestidos con uniformes clínicos fríos y asépticos, aparecieron rápidamente, bloqueándole el paso. Antes de que pudiera reaccionar, me agarraron con firmeza, sus manos fuertes e implacables. Luché, pataeé y me esforcé por gritar pero ellos aun así me llevaron a rastras por el pasillo a la sala de procedimientos.
Y cuando logro zafarme y empujarlos, llena de adrenalina corro hacia la puerta desesperadamente con el pulso a millón en busca de ayuda.
— ¡Ayuda! ¡Por favor, alguien ayúdeme! — gritaba desesperada, con la voz quebrándose por el miedo y la adrenalina.
Pero el silencio era la única respuesta. Los pasillos, que deberían haber estado llenos de movimiento y actividad, estaban extrañamente desiertos. No había pacientes en las salas de espera, ni médicos ni enfermeras a la vista, aparte de los que me perseguían.
Cuando finalmente encontré a una recepcionista solitaria detrás de un mostrador, jadeo pidiendo auxilio, tratando de explicar lo que estaba sucediendo. Pero la mujer me miró con una mezcla de temor y desconfianza. Los enfermeros que me alcanzaron rápidamente señalaron, hablando en voz baja pero acusadora.
''Está loca, no la miren a los ojos" dijo uno. "Se puso agresiva y atacó al personal. Necesita ser sedada."
Las súplicas desesperadas fueron interpretadas como los delirios de una mujer desquiciada. La recepcionista, visiblemente nerviosa, asintió a los enfermeros y tomó el teléfono, probablemente para llamar a seguridad o a alguien que pudiera "controlarme". Estaba sola, contra todos, y el tiempo se agotaba.
«¡No, no pueden atraparme!»
— ¡Suéltenme, por favor!
Una ventana que daba al estacionamiento parece ser mi única esperanza en ese momento, corro hacia la ventana desesperadamente, si todo lo que me queda es morir saltando desde el segundo piso entonces...
— ¿Qué...? ¿Ezra? — Se escapó de mi boca como un jadeo helado cuando lo ví en escena.
Una camioneta negra y lujosa estacionada con el motor en marcha, la silueta del hombre alto inconfundible con Ezra se estaba subiendo al asiento trasero aunque la luz tenue no me permite verlo con claridad, sé que es él. Y junto a él pude reocnocer la figura más baja y robusta del doctor Alistair hablando por teléfono y subiéndose tras Ezra.
«¿Desde cuándo esos dos son cercanos?» Me paralizo cuando mi mirada se conecta con la del doctor, pero él se gira de nuevo antes de cerrar la puerta.
Era como si estuviese en un sueño, no quise creer lo que vi con mis propios ojos pero mi corazón dolió como si le hubiesen clavado cientos de cuchillos más pequeños. Todo en mi mente hizo ''click''
«¡Ese maldito hijo de perra traidor!»
— Sí, señor...— murmuró el enfermero, su voz ahora tensa y sumisa.—Entendido, señor. Procederemos según sus indicaciones... Sí, la tenemos controlada... No habrá más incidentes.
Colgó el teléfono con un clic seco y miró a sus compañeros con una determinación renovada. —El señor ha sido claro,— dijo con un tono que no admitía réplica. —Asegúrense de que no escape. Y preparen... preparen lo necesario. Sin más demoras.
— ¡No, por favor suéltenme! ¡Por favor, ya no quiero hacer esto! ¡Quiero a mi bebé, por favor!
¿Por qué? La pregunta martilleaba mi cerebro con cada jadeo. ¿Por qué Ezra, el hombre al que había amado, el padre de su hijo, la había entregado a un destino tan cruel? La incredulidad y la traición se mezclaban con terror. No entendía nada. Mi mente era un torbellino de preguntas sin respuestas, de memorias contradictorias, de un amor que ahora se revelaba como una máscara aterradora.
Cada paso era una punzada de dolor en mis pies descalzos, cada jadeo una bocanada de aire gélido que quemaba mis pulmones.
''¿Por qué? ¿Qué hice mal para merecer este castigo?'' Me pregunté una y mil veces entre lágrimas y sudor frío.