Cinco

El corazón de Lauren se saltó un latido.

El asfalto gris y agrietado del estacionamiento irradiaba un calor sofocante bajo el sol del mediodía. El aire, cargado con el olor a gasolina y caucho quemado, se sintió aún más pesado cuando las palabras de Edith atravesaron el silencio.

— Felicidades por ocultar el hecho de que eras tan retorcida como cualquier otra mujer que se arrastra a la cama de Ezra. — La sonrisa de Edith, una curva perfecta en sus labios carnosos, no alcanzaba sus ojos, que brillaban con una intensidad depredadora.

Lauren sintió que el alma se le cayó hasta los pies, el sudor frío comenzó a recorrer su espalda. La acusación de Edith la apuñaló como un arma muy filosa en el pecho, frío. Lo que le preocupaba no era las falacias que había soltado (Lauren sabe perfectamente los motivos y las circunstancia que la llevaron a ocultar su embarazo) Pero la idea de que Edith, una omega cuya belleza era tan innegable como su reputación de ser peligrosamente astuta, hubiera descubierto su secreto, la tensó como una cuerda a punto de romperse.

Sus manos se cerraron instintivamente, las uñas clavándose en sus palmas. Lauren mantuvo la mirada en Edith, tratando de que su rostro no reflejara el torbellino de ansiedad que la invadía.

— No sé de qué hablas, Edith —,Lauren respondió, su voz apenas un susurro en el vasto espacio del estacionamiento.

La risa de Edith fue seca y sin alegría.

— Oh, Lauren, claro que lo sabes. Los secretos siempre encuentran la manera de ser descubiertos, incluso a plena luz del sol, ¿no crees? — Sus ojos, fríos y evaluadores, recorrieron la figura de Lauren, deteniéndose por un instante en la forma apenas insinuada de su vientre bajo la tela de su vestido. — Y algunos secretos... pueden llegar a ser una muy MUY mala y destructiva noticia.

La amenaza de Edith flotaba en el aire, tan tangible como el calor del asfalto. La certeza en la mirada de Edith era innegable, y Lauren sintió un vuelco en el estómago. ¿Cómo lo sabía? ¿Qué más había descubierto?

El silencio entre ellas se extendió, denso y opresivo, solo roto por el latido acelerado del corazón de Lauren. Cada segundo se sentía como una eternidad, mientras luchaba por mantener la compostura bajo la mirada penetrante de Edith. Sabía que cualquier paso en falso, cualquier vacilación en su voz, podría delatarla. En ese instante tenso, Lauren comprendió la verdadera magnitud del peligro que representaba Edith. No era solo una rival por la atención de Ezra; era una depredadora que había olfateado su debilidad, y estaba disfrutando cada segundo de su creciente terror.

— Te aprovechaste de él cuando estaba borracho, Lauren, eso es algo muy malo. — siseó Edith, su voz ahora cargada de un desdén venenoso. — Es un poco tonto que creas que él va a reconocer tu error y aceptar a ese bebé.

La acusación golpeó a Lauren como una bofetada. — ¿Cómo puedes estar tan segura de eso?—  exigió, su voz temblaba ligeramente a pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura.

Edith sonrió, una mueca que no llegaba a sus ojos. Evadió la pregunta con una ligereza inquietante. —Oh, cariño, dejemos eso de lado por ahora.— Su tono cambió abruptamente, volviéndose sorprendentemente suave, casi maternal. —Lo importante es que tienes un problema... y yo puedo ayudarte a deshacerte de ese problema.

Lauren la miró con incredulidad. El cambio repentino era desconcertante. — ¿Vas a Ayudarme? ¿Tú?

— Por supuesto,— continuó Edith, su voz ahora un susurro persuasivo. — Ese bebé... no puede nacer, Lauren. Ezra nunca te creería. ¿En verdad piensas que un alfa como él aceptaría un hijo engendrado en esas circunstancias?

Edith Ni por un instante dudó de su afirmación, ni sugirió la posibilidad de otro padre. Su certeza era absoluta.

— Pero... ¿por qué estás tan segura? — preguntó Lauren, su voz apenas audible. —¿Por qué no dudas ni un segundo?

— Porque una mujer lo sabe, querida. Lo sientes en tus entrañas. Y tú, Lauren, siempre estuviste enamorada de Ezra. No me digas que desperdiciaste la oportunidad cuando se te presentó, aunque fuera en las circunstancias que fueran.

Su tono implicaba un reproche, como si Lauren hubiera actuado de forma calculada para conseguir lo que siempre había deseado. La ignorancia de Edith sobre la infertilidad de Ezra reforzaba su acusación con una firmeza escalofriante.

— Ni siquiera tienes pruebas para acusarme de esas tonterías que dices, Edith.

Edith inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos brillando con una intensidad fría. — Digamos que... unas personas vieron a Ezra entrar a tu dormitorio esa noche. Y esas personas me lo contaron.

Lauren finalmente sintió que sus piernas flaquearon frente a Edith, si la verdad de esa noche era revelada.... Tanto ella como Ezra serían devastados en público.

¿Un ardiente romance de una noche que dejó a la secretaria de él embarazada? La prensa podría morir por tener en sus manos un escándalo como ese.

Edith, percibiendo su angustia, suavizó su expresión, aunque sus ojos mantenían un brillo frío y calculador. — Cariño, este bebé... simplemente no puede nacer,— dijo, su voz ahora teñida de  preocupación. —Piensa en ti, Lauren. Eres una beta, sola en este mundo, sin familia que te respalde, sin posesiones que te den seguridad. ¿Qué clase de vida podrías ofrecerle a esta criatura?

Lentamente, la lógica retorcida de Edith comenzó a filtrarse en su mente, nublando su juicio. La idea de proteger a Ezra, combinada con el sombrío panorama de su futuro como madre soltera y sin recursos, la fue doblegando. Finalmente, con un suspiro que se sintió como la rendición de una batalla interna, Lauren asintió.

— Está bien... — murmuró ella, sus ojos nublados por la resignación. —Lo haré.

Una punzada de terror la recorrió al instante. Este era un secreto oscuro, pesado, que ahora la ataría a Edith de una manera peligrosa.

—Pero... tienes que prometer que esto quedará entre nosotras,— suplicó Lauren, su voz cargada de urgencia. —No quiero que sepas esto sobre mí y que lo uses para chantajearme en el futuro.

— Oh por Dios, Lauren ¿Qué clase de monstruo crees que soy? —Edith sonrió, una expresión que Lauren no supo descifrar. —¿Por qué te ayudaría, dices? — Hizo una pausa, como si considerara la pregunta por primera vez. —Digamos que... la reputación de Ezra me importa. No quiero que se vea arrastrado a un escándalo innecesario... por tu descuido.

Su respuesta era fría, pragmática, carente de cualquier rastro de empatía genuina. Para Edith, parecía ser una cuestión de control de daños, de mantener intacto el prestigio del alfa.

Lauren se sintió atrapada. Edith era la única que se ofrecía a ayudarla, aunque sus motivos fueran egoístas. No tenía a dónde más acudir. — Necesito saber cómo... cuándo podemos hacerlo,— dijo, la urgencia marcando cada palabra.

— Será Pronto,— respondió Edith, su tono ahora eficiente y resolutivo. — Nos veremos pronto. Te diré cuándo y dónde.

Un pacto silencioso se selló en ese estacionamiento, pero el corazón de Lauren empezó a retorcerse con inquietud.

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