Sin embargo, por más que lo intente ese es un incidente que todavía no logro sacarme de a cabeza.
Incluso cuando... Ya ha pasado tanto tiempo.
— Deberías tener cinco años actualmente... — Mis dedos acarician sin pensarlo mucho el cristal que resguarda la fotografía, mi mente se llena de recuerdos al ver las mejillas regordetas y sonrosadas del niño en la fotografía. — Espero que no te haya molestado que no hayamos ido a visitarte la semana pasada, hemos estado muy ocupados... Aunque no tanto como para olvidarnos de tí.
«Tal vez debería llevarle flores el fin de semana... ¿O quizás algunos juguetes?» Medito mientras cambio el agua de las flores en el jarrón.
¿Cuánto tiempo había pasado ya?
¿Tal vez dos... Tres años?
— ¡Mira mamá! — La vocecita infantil logra sacarme de mis pensamientos, Liv viene muy animada hacia mí y me abraza con euforia. — ¡La abuela me regaló una mochila de unicornios!
— Livy... — Miro la mochila con un nudo más en la billetera que en la garganta, mi presupuesto no puede soportar otra deuda. — Es un regalo tan costoso...
— ¡Tiene brillantina también, mamá! ¡Y luces en el cuerno!
Trago saliva a secas, la mochila incluso reproduce una ducle melodía entre mis manos.
«Tal vez... Si trabajo otro turno...»
— No me digas que estás pensando en trabajar más para pagarme la mochila. ¿Acaso crees que estás hecha de acero? — La gentil casera que nos daba alojamiento, Martha, apareció de repente, recibiendo a Liv en sus brazos.— La pequeña ha traido alegría a nuestra vida desde que falleció mi nieto, es lo menos que puedo hacer por ella.
Saludo con un asentimiento al esposo de Martha, Leonel, que viene cruzando el umbral de la puerta.
— Gra-gracias... — Decido rendirme, ver a mi hija feliz con su mochila nueva me ablandó el corazón. — Pero no sigan gastando sus ahorros en cosas tan costosas ¿De acuerdo?
De cualquier manera sé que este par de amables personas no me harán caso. Pero no está demás ser algo precavidos.
Toc, toc, toc
«¿Quién podría ser tan temprano?» Me pregunto apenas escucho que tocan la puerta, vivimos en un pueblo pequeño donde todos se conocen, un visitante normal no tocaría la puerta de forma tan ordenada y limpia.
Mejor dicho, las personas aquí ni siquiera tocan la puerta.
— ¿Estaban esperando a alguien?
Puedo notar que la casera y su esposo se miran entre sí, sus expresiones faciales se volvieron rígidas de repente.
Toc, toc, toc
— Ayudaré a la niña a prepararse antes de irse a clases ¿Por qué no vas a desayunar con Leonel, querida? — Doña Martha se apresuró a llevarse a Liv al interior de la residencia.
— Pero todavía puedo escuchar la puert-
— Martha preparó unos deliciosos hotcakes, vayamos antes de que se enfríen. — Leonel trata de llevarme al comedor.
Toc, toc, toc.
«¿Por qué están ignorando la llamada a la puerta?» Me pregunté, mis pies avanzaban por compromiso.
Martha y Leonel nunca habían actuado de esa manera con un visitante, ¿sería alguien desagradable?
— ¿Los están molestando de nuevo los pandilleros? ¡Les dí una advertencia el otro día! — Me detuve frente a la puerta. — ¡Esta vez las madres de esos chicos realmente me van a escuchar!
— ¡No, no se trata de eso! — Se apresuró a decir Leonel. Pero, por alguna razón no se animaba a contarme la historia completa.
Toc, toc, toc
...
— ¡Ya basta! ¡¿Se creen muy especiales para tocar en casa de otras personas con tanta insistencia?! ¡¿Dónde quedó la decencia?!
— ¡No, Lauren! ¡Es peligroso! — Me detuvo Leonel de nuevo. Esta vez si parece dispuesto a decirme la verdad. — Son unas personas extrañas de afuera, han estado viniendo desde hace algunas semanas. Los vecinos dicen que usan traje y corbata, suelen venir en horas que no estás en casa y son muy insistentes pero después de un tiempo se rendirán y se irán.
— ¿Cuánto tiempo? — Pregunto, empezando a perder la paciencia.
— Dos... O tres horas...
— ¡¿Qué?! No puedo esperar tres horas a que esos inútiles decidan marcharse. — Me froto las sienes con los dedos. — Entiendo que hayan estado preocupados, pero ese tipo de personas hay que echarlos de frente.
Toda mi vida he lidiado con todo tipo de basura humana, sé perfectamente qué hacer en estas situaciones.
— ¿Quiénes son ustedes? ¿No conocen los horarios de visita o acaso no les llega suficiente oxígeno al cerebro? — Dije apenas abrí la puerta. — Hay adultos mayores y niños pequeños en casa ¿No tienen decencia? ¿Dónde está su jefe? Les pondré una queja de inmediato.
Ellos en seguida se paralizaron ante el peor temor que puede tener un empleado que trabaja con atención al público: Ser acusado con el jefe por un cliente.
— S-solo somos mensajeros, señora... No hay necesidad de llegar a tal extremo.
Observo con desdén la apariencia de los tres, se ven demasiado ostentosos y brillantes para ser simples mensajeros. No sé qué querrían personas como ellos de este viejo campo que no tiene nada de valor más que unos terrenos donde no crece ni la mala hierba, pero no deben tener buenas intenciones.
— Gastando palabras innecesarias para ser mensajeros simplemente ¿Creen que soy estúpida? — Desde un principio me parece extraño todo este asunto. — ¿Son estafadores? ¿Recaudadores de impuestos? ¿prestamistas?
Ellos me miran como si estuviera loca, maldición, si van a volverme loca si siguen callados.
— ¿Saben qué? La próxima vez envíen a alguien que sepa hablar y no solo quedarse de pie como un estúpido. — Sonreí. — Es más, asegúrense de que venga su jefe porque si los vuelvo a ver se me olvidará que soy pacifista y recordaré que hay una escopeta colgada como un trofeo en la pared ¿De acuerdo?
Jamás pensé que las palabras que solté deliberadamente como una amenaza terminarían volviéndose en mi contra más tarde.
(...)
A pesar de que esas extrañas personas no regresaron a casa en varios días, no me sentía completamente tranquila. No quiero creer que estaba volviéndome paranóica, pero definitivamente algo me estaba haciendo enloquecer.
— ¿Otra vez te regañó el Gato por llegar tarde? — Al verme perder la batalla contra las cintas en la espalda del corsé, mi querida amiga Celeste decide echarme una mano. — Ha estado de muy mal humor por alguna razón.
pues sí,el jefe me regañó por haber llegado tarde pero esa no era la razón principal de mis suspiros.
— ¡Tienes que tener cuidado! —Celeste saltó de repente y me asustó, casi me pico el ojo con el rímel. — Parece que hay un acosador suelto en la ciudad, una buena fuente me lo confirmó.
¿Un acosador?
«¿Podría ser esa persona la que sentí que estaba siguiéndome al venir a trabajar?» No puedo evitar llegar a esa conclusión, después de todo tuve que hacer un recorrido más largo de casa al trabajo intentando perderle el rastro.
Sea lo que fuera, sería mejor si empiezo a andar con cuidado a partir de ahora.
Como sea, no puedo dejar que eso entorpezca mi trabajo.
...
Club nocturno: Gato negro.
Tres pisos, probablemente uno de los pocos centros de entretenimiento de este pequeño pueblo, desde su fundación hace cuatro años el gato negro ha logrado posicionarse como uno de los clubes más famosos incluso en la ciudad. Mujeres bonitas que ofrecen servicios de casi cualquier tipo, bailarines exóticos y todo tipo de licores. Un verdadero paraíso para cualquier persona que desee pasar un buen momento sin ser reconocido.
Por supuesto, para las personas del pueblo es casi como una maldición, como abrir las puertas del infierno. La mente cerrada de los locales han convertido el tema casi como un tabú. Pero yo no lo veo de esa forma.
Entre la música alta y las luces de Neón trato de avanzar sin que la bandeja de licor caiga de mis manos, no es una tarea fácil ya que las personas transitando constantemente me obligan a nadar contracorriente.
Este maldito uniforme apretado, si el jefe no fuera un imbécil al menos dejaría que las meseras usemos pantalones en lugar de faldas tan ajustadas y por encima de las rodillas.
Además el encaje de las mayas debajo empieza a picarme la piel.
Por no hablar de las plumas de mi antifaz haciéndome cosquillas en la cara.
El uniforme es incómodo, con escote en color azul profundo y bordes dorados como el oro, el delantal casi inútil apenas logra cubrir un poco de la falda y se ata en la cadera para asentuar las curvas naturales del cuerpo. Los guantes del mismo tono de azul hacen casi imposible sostener una bandeja con firmeza.
Pero ¿A quién le importa eso mientras los comensales te puedan ver el culo cuando caminas?
Es sarcasmo, por supuesto.
— Niña bonita ¿No te gustaría venir a mi casa esta noche? Junto podemos hacer un trabajo más divertido que atender mesas.
Y, por supuesto nunca faltan los cerdos que creen que somos prostitutas.
— Solo somos simples acompañantes ¿Cómo podríamos ir a casa de un cliente en privado? — Respondí con un sutil tono de inocencia en mi voz. — Parece que el señor ya ha bebido demasiado.
Solo dice tonterías, ninguna mujer de aquí se iría con ese viejo asqueroso.
— Ustedes son increíbles, incluso cuando trabajan como prostitutas en un bar de mala muerte se hacen las dignas. — Dice otro hombre sentado junto a ellos. — No acceden a nada hasta que les muestras el fajo de los verdes.
Sonreí, sirviendo un poco más de vino. Ya tengo dos strikes por agresión, si cometo el tercero no podré librarme del castigo del jefe.
— Bueno- si me disculpan...
— Espera. — El viejo de ojos caídos y más arrugas que vida me detuvo. — No vas a recoger los vasos vacíos de la mesa ¿O acaso eso tampoco es parte de tu trabajo?
Me mordí el labio de irritación, por esa razón odio a los presuntuosos con dinero, solo piensan en que el mundo gira alrededor de ellos.
Trago saliva, recoger los vasos implica inclinarme, inclinarme implica que mi estrecha falda se recoga sobre mi muslo y, a su vez quedaría expuesta fácilmente frente a aquellos depravados que me miran como si yo fuera la presa, me siento más pequeña que de costumbre e incluso mis dedos parecen temblar, quiero negarme, pero no tengo el derecho.
Respiro hondo, aseguro de bajar mi falda un poco más antes de inclinarme sobre la mesa, me apoyo con una mano para evitar que la tela se recoja más de la cuenta al inclinarme excesivamente y voy juntando los vasos con el cuerpo tembloroso debido a la fuerza que hago.
«¡Estos malditos me las van a pagar!» Gruñe mi subconsciente.
— ¡Oops! Mi error. — Uno de los hombres finge mover uno de los vasos con el pie por accidente, pero su sonrisa burlona me asegura que lo arrojó más lejos por joderme. — Tendrás que esforzarte un poco más.
La humillante situación de alcanzar ese puto vaso supera mis expectativas, mis mejillas se colorean de la verguenza y solo escucho risas de burla a mi alrededor.
Entonces, ESE incidente ocurrió y yo cometí mi tercer strike.
Entre las risas y la bebida, el bastardo que estaba detrás de mí descaradamente ME NALGUEÓ mientras se reía con sus amigos, burlándose de la pobre empleada que no podría hacer nada para detener el acoso.
No se esperaba para nada el puñetazo que le encajé en la mandíbula automáticamente, incluso yo misma me sorprendí cuando se mordió la lengua y la sangre me salpicó.
¡Carajo, me excedí!