La luz de la mañana se colaba por las cortinas, despertándome con un calor tenue en la cara. Parpadeé, todavía adormilada, y sentí el peso de la noche sobre mis hombros. Richard no estaba a mi lado. Un suspiro escapó de mis labios mientras giraba la cabeza hacia el lado vacío de la cama.
Me levanté lentamente, apoyando las manos sobre la sábana fresca, y me dirigí al baño. El agua caliente de la ducha fue un alivio inmediato, deshaciendo el nudo de tensión que llevaba desde ayer. Cerré los ojos mientras el agua caía sobre mi espalda, sobre mi vientre, sintiendo cómo cada gota parecía arrastrar un poco del cansancio, pero también dejaba que los pensamientos siguieran fluyendo.
—Todo está tan confuso… —susurré mientras me lavaba el cabello, notando el brillo del sol en las gotas que resbalaban por mi piel.
Después de secarme con cuidado, elegí ropa cómoda. Un vestido de algodón suave, color pastel, que caía sobre mis caderas redondeadas por el embarazo, y unas sandalias planas que hacía