Atrapados

 —¡Carlos!, me has estado siguiendo —dije sin pensarlo.

—¡Claro que sí! ¿con qué derecho sales a solas con él? —preguntó como si esperaba que Alex perdiera el control.

—Te dije que todas son iguales, Alex —dijo Emmanuel e intentó colocarse entre los dos.

—¡Deja de meterte en mis asuntos, Emmanuel! —me miró—. ¿Estás saliendo con él?

—No, no lo escuches. Él no tiene ningún derecho de hablarme de esa forma.

—¿Por qué no le dices la verdad Adriana? Ayúdalo a recordar —dijo Emmanuel.

—¿De qué está hablando? —me preguntó confundido.

—Debemos irnos —dije mientras halaba de su mano.

—¡Adriana, detente! —gritó Carlos, pero no obedecí.

Sin embargo, al girar en un rincón oscuro, tres hombres encapuchados bloquearon nuestro camino. Nos miraron con ira en sus ojos. El que se encontraba frente a Alex golpeó su cara con el puño. Cayó inconsciente al suelo de inmediato. Mientras que el que estaba a mi lado me embistió con un golpe en mi estómago, me desvanecí junto a él. Podía sentir como nos llevaron en peso e ingresaron a un auto.

—Adriana, despierta por favor —era la voz de Alex.

—¡Silencio! —gritó el encapuchado con el taser.

—No le hagan daño, por favor —grité mientras Alex bramaba del dolor.

—Miren que sorpresa, su novia por fin ha despertado —dijo el hombre que se escondía detrás de mí.

—No la las… —hilvanó Alex antes de perder la conciencia por completo.

—¡Alex!

—Edison, te dije que debíamos mantenerlo despierto para cuando se enterara de la verdad.

—Jefe, disfruto mucho de este tipo de escenas —se quejó Edison.

—¿A qué verdad se refieren? —pregunté perpleja.

—Sabes bien a cuál nos referimos —dijo el hombre que se dirigía a Edison.

—No, de verdad que no. Solo quiero que nos dejen en paz

—Edison, ¿qué tal si le ayudas a recordar?, parece que no quiere cooperar.

—No, esperen por…—Edison colocó su taser en mi costado.

No podía ver claramente a mi alrededor, entreabría y cerraba los ojos, el lugar permanecía en la oscuridad. Las luces sobre nuestros rostros se encendieron luego de un momento y pude notar que Alex se encontraba a mi lado, pero esta vez nos habían amarrado a una silla de metal. Todo el lugar era prosaico y ausente de estilo, muy similar al espacio dentro de una cárcel o jefatura.

—¿Dónde estamos? —pregunté con la misma desesperación de la que intentaba soltarme de la silla.

—No lo sé, Adriana, mantén la calma —respondió Alex. Lo miré y luego él apartó su mirada de la mía.

—¿Qué te ocurre?

—Adriana… mientras estabas inconsciente, ellos me mostraron una grabación de una de las cámaras de seguridad en una computadora. Tú te encontrabas en ella…

—No sigas por favor… —le interrumpí, sabía a dónde llegaría.

—Debes decirme, es lo menos que puedes hacer por mí —se volteó a mirarme.

—No puedo, y te puedo asegurar que no es lo que parece.

—¡Qué! —hizo una pausa—, ¿de verdad no piensas decírmelo?, ¿crees que todo esto es una broma?, ¿crees que es divertido burlarte de alguien que solo tiene recuerdos vagos sobre lo que sucedió en esa cinta?

—Alex, no podrías recordarlo aún si te diera las respuestas a todas tus preguntas.

—Solo quiero saber qué hacías en ese momento, ¿por qué te involucran en el robo?

—En verdad, no puedo…

Me vi interrumpida por un carraspeo que provenía de atrás. Miré rápidamente hacia Alex. El hombre misterioso, que se encontraba detrás de él, se colocó en frente y lo comenzó a cachetear. Intenté ver lo que había a mis espaldas y lo siguiente que recuerdo fue recibir un mamporro en la cara. Mi nariz sangraba y mi cabeza me daba vueltas hasta que perdí la conciencia.

—¡Alex!, ¡Alex! —repetí varias veces su nombre mientras apretaba su mano hasta que reaccionara.

—Estoy bien —respondió con una voz débil.

—¿Qué hicieron con nosotros?

—No lo sé Adri, me siento muy cansado —intentó sentarse a mi lado.

—Me llamaste Adri, eso quiere decir que no estás enojado conmigo, ¿verdad?

—Solo quiero que seas sincera conmigo, no puedo recordar con claridad lo que sucedió en ese robo.

—¿Qué recuerdas?

—No son imágenes claras, pero me veo en cada una de ellas —sobó su cabeza como si le ayudara a recordar.

—No sé qué debo hacer, sé lo que me pides es fácil para ti, pero para mí no lo es —lo miré a los ojos—. No quiero perderte.

—Es muy extraño, creía que huías de mis intenciones porque te estaba asustando, al fin a cabo somos unos extraños el uno para el otro, pero…

—Alex, yo…

Una voz gruesa sonó a través del megáfono.

—TIENES DIEZ MINUTOS PARA DECIRNOS LA VERDAD, CASO CONTRARIO NOS VEREMOS OBLIGADOS A APLICAR MEDIDAS SEVERAS CONTRA USTEDES.

—¿Por qué no puedes decírmelo? —insistió nuevamente—. Solo dime ¿Por qué te involucran con el robo?

—Porque —suspiré—, participé en él.

—Es imposible, tú no pudiste participar en él —se dijo a sí mismo varias veces.

—Me gustaría poder negarlo, pero no puedo, participé en él…

Se tornó un silencio incómodo que no se pudo evitar. Por un momento, los ojos de Alex mostraron incredulidad, pero luego solo decepción. No pude contener mis lágrimas y lo miré nuevamente.

—Alex, te lo puedo explicar —dije.

—Te estoy escuchando.

—No estuve sola en el asalto —dije sin parpadear—. Era menor de edad, y solo obedecía órdenes de alguien más. El responsable de esto no pudo ser capturado y temo por cada día de mi vida que él me encuentre. Él juro vengarse por haberlos delatados a todos. Cumplí con mi condena después.

—¿Qué tiene que ver Carlos y Emmanuel en esto?

—Carlos fue mi apoyo emocional y económico luego de que salí de prisión. Siempre fuimos vecinos y nos gustábamos desde mucho antes. Solo él conocía toda la historia, desde antes del robo y lo que sucedió después —lo miré por última vez antes de seguir—. Emmanuel no es el amigo que tú piensas.

—¿A qué te refieres?

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