En esta primera semana en la isla he descubierto un nuevo olor favorito: Viktor con aroma a mar. Su piel, salpicada por las gotas saladas del océano, tiene un sabor exquisito… uno que ya he recorrido con mi lengua.
—Viktor —jadeo mientras sus brazos me envuelven, apretándome contra su cuerpo. Estoy sentada a horcajadas sobre él, en una silla de playa frente al mar, con una sombrilla protegiéndonos del sol… y con el orgasmo aún latiendo entre nuestros cuerpos.
—Escucharte gemir nunca será algo de lo que me canse, malyshka —murmura, besando mis pechos, mi cuello y, por último, mis labios—. Mi mujer tan exquisita… única… y madre de mis hijos —susurra con devoción.
—Son muchos halagos —me burlo suavemente. Lo siento sonreír, y abro los ojos para encontrarme con los suyos.
—Y tengo muchos más, malyshka —dice antes de girarnos con cuidado, dejándome debajo de él. Agradezco que la silla sea lo suficientemente grande como para permitirlo.
Un jadeo escapa de mis labios cuando lo siento salir d